viernes, 4 de julio de 2008

Artaud, un teatro de sangre


“Artaud, un teatro de sangre” Por Gerardo Begérez Trabajo presentado en el II Coloquio Internacional de Teatro realizado en el mes de octubre de 2006.- La mayor parte del teatro que se había hecho desde la antigua Grecia estaba fundado, para Artaud, en el esquema ineludible de que el teatro es comunicación a través del discurso, a través de la palabra; y a su vez ésta apuntaba a llegar hacia zonas intelectuales del hombre. Ahora bien, de esto se desprende un discurso como comunicación de pensamientos racionales, fundados en una lógica que estimula una dialéctica, según Artaud, ¿busca ensombrecer las capacidades insospechadas del hombre?. Artaud define la cultura como “la capa de artificios que la civilización ha impuesto sobre la naturaleza humana". De esto se desprende que la cultura debe ser aniquilada para que surja lo oculto y auténtico, lo esencial, lo primario del ser humano: la emoción pura, y esta agitación es salvajismo latente e inconsciente. ¿Nos estimula entonces a asesinar las farsas, a terminar con las mentiras? Pero Artaud no cae en el mito del buen salvaje, para él los hombres siempre han sido atroces y la conducta educada y afinada no ha hecho más que esconder los deseos humanos instintivos: ira, rencor, envidia, etc. Y son estos deseos esenciales los únicos componentes que el artista debe tomar en cuenta. Por eso la idea de un teatro como la peste: la peste se contagia por el aire como una religiosa energía subjetiva. Y esta propagación tal cual la formuló Artaud es de vital importancia, hoy más que nunca.Relaciona al teatro con la peste, ya que ambos son infecciosos, afectan a amplios grupos humanos, engendran mutaciones y movilizan imágenes que están adormecidas. Ambos excitan la exhibición de un cimiento de crueldad mediante el cual afloran todas las peripecias perversas de la mente. Ambos son necesarios porque incitan al hombre a tratarse tal como es y propician el derrumbamiento de las máscaras. De este modo posibilitan la emancipación de la crueldad disimulada del hombre, originando un embrujo con todo lo repulsivo que hay en el ser humano y facilitan el surgimiento de su Yo real.Se entiende entonces que ante la enfermedad afloran los verdaderos mecanismos del ser humano: la brutalidad, la mezquindad, el individualismo, el homicidio y la lucha por la conservación. El inconveniente que veía Artaud en el teatro de su época, era que indagaba en una comunicación racional. Había que forzar al espectador, a través de lo primitivo y sombrío del desastre de vanguardia, a que dejara de intentar comprender intelectualmente para poder participar emocionalmente, para involucrarse activamente en el hecho, para hacerse cómplice en carne propia desde lo más oculto de su alma (entendiéndose como alma al mundo interno del ser humano). Para Artaud, el teatro debe ser mágico y el director un hechicero fascinante. En este contexto, el actor es el sacerdote de un ritual de liberación, de exorcismo. Debe explorarse profundamente hasta descubrir que tiene un doble. Al ser consciente de que está compuesto de dos sombras, de dos caras, debe entrar en el dominio metafísico, debe ir más allá de sus sentidos para descubrir su Yo auténtico, su fuerza psíquica real. Debe ser capaz de volver a empezar constantemente esta búsqueda hacia sus orígenes y de recrear su forma. Mientras el actor independiza sus contenciones y las libera, las represiones que coartan al verdadero Yo, exorcizan al inconsciente colectivo del público, generando de este modo una interacción que modifica al público y a él mismo. Podemos decir entonces que el teatro de Artaud es un teatro liberador y purificador que estimula el autoconocimiento de nuestro ser y nos conduce hacia las nuevas formas inexploradas que aún esperan por ser descubiertas. El origen mítico del teatro está, cuando hablamos de Artaud, en todas sus palabras, en todas sus letras. Esto quizá sirve para cavilar sobre las tantas veces mencionada muerte del teatro. Entre sus atolondradas elucubraciones supo encontrar nuevas formas y abrió su espíritu hacia nuevos caminos. Ahora bien, ¿Cuál era la retórica teatral que Artaud proponía? (Cito)"Yo me consagraré en adelante exclusivamente al teatro, tal como lo concibo, un teatro de sangre, un teatro que en cada representación habrá hecho ganar corporalmente algo tanto al que representa como al que viene a representar, por otra parte uno no representa, uno hace. El teatro es en realidad la génesis de la creación. Yo estaba vivo y estaba allí desde siempre."Artaud buscaba una relación teatral que hiciera brotar los vestigios de imágenes recurrentes reveladoras de la experiencia y de la creación humana: la culpa, la imperfección, el fallecimiento, la aspiración de poder.El término "Teatro de la crueldad", puntualiza su intención de representación, en el cuál el espectador advertirá un "procedimiento sensible de impacto" propuesto a independizarlo del imperio del pensamiento meditabundo y racional, para reencontrarse con un nuevo estilo estético y moral. En El teatro y su doble expresa, (Cito) “Vamos al teatro para salir de nosotros mismos…para redescubrir no tanto lo mejor de uno mismo sino la parte más pura, la parte más marcada por el sufrimiento…buscamos en la escena una emoción en la que los movimientos más secretos del corazón serán expuestos…la audiencia se enfrentará cara a cara con su gusto por el crimen, sus obsesiones eróticas, sus quimeras, su sentido utópico de la vida y del caos, incluso con su canibalismo…" El primer laberinto que se produce al leer los ambiguos textos de Artaud, (él es ante todo un gran poeta y sus textos son poesía en prosa), es especular que ese salvajismo, esa crueldad, tiene que ver con una intimidación física propiciada e impuesta al actor o al espectador. Nada más alejado. La crueldad de la que habla, no es mero sadismo, sino la crueldad incorpórea a la que están sujetos todos los hombres a priori, por el solo hecho de haber nacido. Es un llamado abierto a los estados emocionales del espectador, a inspirar sus sentidos y postergar su intelecto. Pero la mente no debe saber, porque en cuanto lo sepa, el rito se habrá acabado. El teatro tiene que ser sincero, directo. Debe partir de lo más profundo, de lo más mezquino, de lo más sórdido, ya que ese es el estado natural del ser humano. Ante todo somos vida, ante todo somos presente y es esta misma vida la que arrastra nuestra inteligencia y la moldea. Como dificultad, se puede señalar la contrariedad de acentuar lo legítimo de las emociones y emplear para esto movimientos elegantes o gestos artificiales para expresarla (no nos olvidemos que el origen de sus teorías se basan en la danza). El propósito de Artaud de alcanzar con sus conjeturas una unión liberadora con un público burgués y moderno, que había asistido a la sala para ver teatro en el sentido más sereno del término, fue lo que hizo frustrar su teatro. La idea básica de “grabar la metafísica a través de la piel” era dificultosamente traducible a un enunciado teatral cuyo signo fuera compartido por los espectadores. El aparentemente esquizofrénico Antonin Artaud produjo en el concepto de lucidez y, por ende de locura, una auténtica revolución inducida por su pensamiento, su trabajo y su acción. Fue una insólita ruptura, ya que con sus ideas comienza a tambalear el significado cabal del término Razón. Es que si el hombre no ha alcanzado a generar una sociedad en la que deberían gobernar la armonía, la comprensión y el amor ¿eso no es índice de un desatino, incoherencia o tara evidente, y no sería ésa una señal de locura? Parecería que la inversión de los valores se sintetiza plenamente en el pensamiento de Artaud, quien se proyecta (con plena lucidez) más allá del intelecto. Así es como este capitán de la verdad, logra izar las banderas de la "revolución de la conciencia" que requiere echar abajo los criterios preestablecidos, las manías regidas por las religiones y las instituciones culturales cargadas de erudiciones y de escoria intelectual. Artaud llega al extremo límite de refutar su propia identidad, apela al grito para sustituir la palabra y pone en duda la pertenencia de su cuerpo, y todo ello inducido por su búsqueda de re-hacerse. La denominada "locura" de Antonin Artaud ha sido una acción revolucionaria y consecuente, fundada en la lucidez que convergió en un sumidero impregnado de sufrimiento. Artaud escribió "La juventud sueña con la vida y corre en pos de la vida, pero esa vida la persigue en su esencia: la juventud quiere saber por qué la vida está enferma y qué es lo que pudrió la idea de la vida." Consideraba que la poesía era un acto inseparable de la vida. Cuando Artaud escribe intenta acceder a la Existencia mediante la creación, de aliviar la tortura que despedaza su ser, de recomponer sus sensaciones resquebrajadas y sus pensamientos que son ecos fieles de su conciencia.Para Artaud la escritura es una terapia. Al hablar de su desequilibrio mental que, curiosamente, crea una insólita armonía en su acongojado ser, Artaud atenúa la opresión aplastante de dicho desequilibrio. Cada frase que brota de su dolor es un triunfo sobre esa nada que amenaza abatirlo dislocando su conciencia hora tras hora. Quizá la escritura inconclusa de Artaud se inclina a su desagrado por la obra fija, encerrada dentro de formas estipuladas. Fue un hombre de temperamento fuerte, que agredió con toda su cólera contra su cuerpo veterano y contra su espíritu antiguo (ambos elementos de su ser que rechazaba). ¿Por qué tener que vivir con algo que no pudo optar? Él quería fundarse su propia condición, su propia "corteza".¿No es inadmisible que hayamos nacido para tener que morir inexorablemente? Loco es aquel que de alguna manera decide no participar, no someterse y no acepta vivir en el mundo llamado normal sino en otro mundo, que lamentablemente se ve reducido a ser su mundo exclusivo. La locura se convierte entonces en refugio para las fuerzas interiores autónomas, despierta la posibilidad de alcanzar "ciertas revelaciones trascendentales". La sociedad acalla en los asilos a todos aquellos de los que quiere librarse o resguardarse, por haberse opuesto a transformarse en coautores de ciertas gigantescas inmundicias. Pues un alienado es en realidad un hombre al que la sociedad se niega a oír, y al que quiere prohibir expresarse en determinadas sinceridades insufribles. Pero la internación no es el artefacto especial, porque la conspiración de los hombres tiene otros medios para obligar a las voluntades que pretende traspasar. (Cito) "¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Soy Antonin Artaud y apenas yo lo diga como sé decirlo inmediatamente verán mi cuerpo actual estallar y recogerse bajo diez mil aspectos notorios, un cuerpo nuevo en el que ustedes no podrán nunca jamás olvidarme". Señalo las palabras de Peter Brook en su libro Provocaciones: "Artaud quería del teatro algo que este no podía darle, y cuando descubrió que no había una forma de expresión que pudiera decir todo lo que él necesitaba decir, se volvió loco" Reiteradas veces he escuchado “Las ideas no se matan”, pero cuando una idea frenética no consigue hallar su enunciado sensitivo, sensible y correcto, termina desequilibrando al ser que la soporta. El Teatro de la Crueldad no es una Representación. Es la vida misma representable. Artaud destierra al Pseudo Creador (Dios) de la escena. No coloca en escena una innovadora arenga atea, no suministra la voz y la palabra al ateísmo, no cede el lugar teatral a un juicio filosofante que pregone una vez más, para nuestro gran cansancio, la muerte de Dios. Es la experiencia teatral de la crueldad la que reside o más bien ocasiona un lugar no-teológico.Observando la escritura de Artaud notamos que trasciende todo concepto razonable de forma y contenido poéticos. Crea un lenguaje único, a la vez visceral y fantástico, donde se congregan las circunstancias más desprovistas, más consumidas, con el encanto de lo sobrenatural. Y es de ahí donde nace con estupenda claridad una lírica de esencias, explosiva, colmada de brillos, anhelando disolver esta sociedad desprovista de paciencia, de pasión y de amor. Moviendo su grafo, Artaud nos va transmitiendo las conmociones mas esenciales de su ser, mediante profundas reflexiones metafísicas, de exclamaciones punzantes. Nunca nadie colocó su vida, de la forma que él lo hizo, tan brutalmente en su obra, ambas se nutren de forma magistral. El derrame de la metafísica agitaba sin cesar en su cuerpo, en sus venas. En su "Teatro de la Crueldad" nos anuncia que: "El teatro debe buscar un cambio, no sólo de todos los aspectos del mundo real, sino también del mundo interno, es decir del hombre considerado metafísicamente." Más que una idea, para Artaud, la metafísica era una emoción, un sentimiento. Y dicha metafísica, no se ajustaba a lo conceptual sino que era la médula de lo trascendental. Esto surgía de palpitaciones muy internas que lo lanzaban de bruces en arrebatos que se exteriorizaban tanto en su obra teatral como en sus poesías. El teatro es substancialmente metafísico, y el aliento metafísico debe manifestarse a través de un lenguaje corporal resquebrajando el espacio y vertiéndose en el movimiento, logrando una profunda transformación del Ser, convirtiéndolo en poesía. El teatro, según expresa, no tiene que reproducir sino transformar, cambiar, modificar. Y se Inspira en esta idea luchando con el teatro tradicional, puesto que en el teatro clásico el actor se deja poseer, sin oponer resistencia, por el vigor de un ser irreal, mientras que en el teatro “sedicioso” que propone Artaud, el actor construye y despliega una labor que reside en estado primitivo. pendiendo en el precipicio de su esencia, de su espíritu.(Cito) “Allí donde otros proponen sus obras, yo no pretendo otra cosa que mostrar mi espíritu”Artaud siente en su mundo interior, que el teatro es hechizo, y que no sólo debe cumplir una función en pro de una satisfacción artística sino que necesita remover los rincones más profundos del espectador, con el cometido de hacerle divisar la violencia, ese ataque constante que significa vivir. Como él mismo se ha definido: (Cito) “Un punto suspendido que nada siente, que debe redimir una batalla en contra de los abismos voluminosos. Se bambolea entre el sufrimiento que ya no es emoción y la carne. Y el sufrimiento es la tensión entre el abismo y su cuerpo, argumento contradictorio que le manifiesta el absurdo violento de la existencia”. “Sufro que el espíritu no está en la vida, y que la vida no está en el espíritu”Insinúa que la inteligencia es solamente un incidente, una casualidad, y que el hombre puede quedar desprovisto de ella en cualquier momento. Artaud vive despedazándose para huir del pensamiento inconsciente, insospechado. Sabe perfectamente que es el único testigo de sí mismo, y se prepara para estar al tanto de todas las inclinaciones de su espíritu, de tratar de entenderse, de reconocer su mezcla de pensamiento, partiendo de una gran auto observación. Con gran desazón nota que está desprovisto de un órgano conocedor, sapiente, esencial para persistir de forma natural en un campo de la realidad que sea más extenso. Le teme a no poder mantener el contacto consigo mismo, a perderse dentro de su propio mundo.En relación a la necesidad de las palabras, cree que sin ellas el pensamiento es vacuo, trivial. Las palabras deben reinsertarse desde un lugar antepuesto al lenguaje.Manifiesta: "No tengo más que una ocupación, rehacerme".En sus meditaciones se lamenta de que le cueste tanto aceptar el vacío pleno: "Es tan duro no existir más, no ser en alguna cosa." El cuerpo de Artaud, la materia de Artaud, ese cráter, ese volcán armónico y explosivo llamado Antonin Artaud, termina de extinguirse definitivamente en una Clínica Psiquiátrica, después de haber soportado el suplicio provocado por la descarga de más de un centenar de electroshocks, con lo cual la ciencia consigue destruir las estructuras del cerebro. Lo más interesante es su pensamiento unido a su obra y a todas sus actitudes como hombre creador de un mundo inspirador y sugerente, tan intrincado como sublime; que está encerrado en una maravillosa síntesis, en las entrañas del ser humano. Hoy, cuando nos aproximamos al fin, debemos recurrir con el mayor empeño, con la mayor firmeza, a iluminarnos con esta esquizofrenia inspiradora que nos propone Artaud.


No hay comentarios: