martes, 22 de julio de 2008

FORO BRECHT









De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay): Brecht Me sumo al desagravio por la manipulación del gran maestro del siglo XX, Brecht El Grande. Definitivamente, como bien expresó José Luis, este conflicto no le cabe al Maestro. Sin lugar a dudas no estamos frente a un problema estrictamente social y político, estamos también frente a una contrariedad emocional. Basta analizar la forma en cómo se viene desarrollando la discusión de este embrollo que poco y nada tiene que ver con el teatro. Es más bien un trance aristotélico catártico, un intento de presentar las acciones de los ruralistas como provocadores del espanto y la compasión. De todas formas, y como bien expresa José Luis, está muy clara la postura que Brecht tendría al respecto. No es mi intención en este momento abordar una personalidad tan vasta y profunda. Eso se lo dejo a José Luis que tiene tanto y tantísimo para enseñarnos a todos. De paso lo invito a que siga ahondando en el camino brechtiano. De seguro encenderá algunas luces. A mi me vendría bárbaro porque estoy ensayando “Un hombre es un hombre” en El Galpón. Si querés, José Luis, empezá, que yo intento seguirte de atrás, pasito a pasito; como hicimos hace mucho con Artaud y dio tanto para hablar.

De José Luis Arce (Córdoba, Argentina) para Gerardo Begérez: Brecht Querido Gerardo, gracias por todo el entusiasmo que siempre trasmiten tus palabras. Lo que sí prometo es nombrarte mi agente laboral. Te encanta buscarme trabajo. Mi suegra es igual, se la pasa trayéndome avisos. Pero está fenómeno. Mirá, a mí me gustaría apenas tenga un poco más de tiempo reflexivo que el que tengo ahora, escribir sobre lo épico como instancia narrativa. Qué importancia otorgaba Bert a esa narración, aparte para deslindar de las confusiones clásicas, hegelianas de 'poesía épica'. La otra cosa buena a tratar son las implicancias de la ruptura de la ilusoriedad en el teatro. Consecuencias inclusive de niveles psicológicos respecto a un proceso de subjetivación revolucionario. Eso es muy rico. Otra es la relación que hace otro grande como Peter Weis entre nada menos que Brecht y Artaud, que también está en el Living Theatre claro. También, me gustaría contarte alguna anécdota mía relacionada con Don Atahualpa del Cioppo (¿lo sacás?)aunque alguito me parece ya te conté. Pero podemos completar. Un abrazo.

De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay) para José Luis Arce: Brecht SI José Luis. Sé afinadamente quién es Atahualpa. “El viejo” como le dicen acá. Yo lamentablemente, por un tema de edad no llegué a conocerlo. Pero él fue maestro de maestros, y tuve la suerte de empezar mi formación con todos ellos, esos maestros que lo reconocen como El Maestro. Atahualpa está ligado a Brecht, él fue el primero en aminarse a abordarlo por estos lares, cuando poco y nada se sabía sobre sus efectos épicos y sus implicancias teóricas. Fue una suerte de experimentación. De hecho, allí radica la vigencia de sus obras. Todas pueden readecuarse al problema social del momento. Su esencia es inmortal, indestructible. Cualquier problema histórico o social puede verse reflejado de alguna u otra manera, en alguno de sus textos, en alguna de sus poesías.





De José Luis Arce (Córdoba, Argentina): Brecht Gerardo, esto es una opinión: Brecht ha sido bastante afcctado por el ‘brechtismo’ de los stalinistas, el que ha recortado sus alas revolucionarias y desafectado o ‘desmovilizado’ los aspectos técnicos que, así como Grotowsky hizo con las ‘acciones físicas’ de Stanislavsky, nadie hizo con el pobre Brecht. Hablo del post-Brecht. Pero, por el Río de la Plata, tratándose de un método crítico solventado en él mismo, aún tendría la posibilidad de explotar en profundizaciones que están a la espera. El brechtismo de los burócratas lo hizo efímero. Pero ya no es coartada jugar al destino de los epígonos estrechos. Frente al stalinismo, el poeta en su expansión es un trotzkista inevitable y a esa no se la perdonaron. El poeta es la revolución permanente. A mí me parece que la retracción del pensamiento crítico a que aludíamos en el marco de otros temas, ha enfriado equívocamente a Brecht. Pero Brecht es un poeta mayúsculo que ha tenido que sacudirse a través de los años, las mochilas con piedras que los usufructos oportunistas han hecho de su teatro. La crisis sostenida de un Estado sin planes culturales, o Estados con teatros de gestión pública restringida y asociados a los designios del neocapitalismo han vaciado dentro de la sociedad, la posibilidad de un teatro idóneo para el fomento cultural como calificó Bernard Dortal al de Brecht. La cultura apóstata, los Estados dobles, hipócritas, han dilapidado la chance de un teatro crítico, frente a un sistema dominado por el ‘kitsch’, la ligereza y el Mercado. Brecht como acá Roberto Arlt, vive en el espíritu rebelde de los jóvenes, en las compañías que repertorean con irreverencia sus agendas. Brecht es víctima de los ‘Estados mínimos’. Pero podrá ser re-instalado no en el dogmatismo automático y en el mecanicismo de un izquierdismo que ya no existe o que si existe no se interesa por Brecht, a través de su ‘método’, el que creo, a mi manera de ver, es en sí mismo una punta para la experimentación teatral de formidables posibilidades e impensadas consecuencias. No es menor producir esta re-lectura, en el marco de una información que envié al Foro hace ya unos años, a partir de traducir en aquel momento una noticia de un diario alemán, cual era la del descubrimiento de que Brecht no había muerto por un infarto al miocardio, después de padecer largamente problemas cardíacos, sino después de haber sido pacientemente envenenado por la Stasi, los temibles servicios de inteligencia stalinistas de Alemania Oriental, para prevenirse de sus críticas al régimen (Ver por favor el film 'La vida de los otros' a este respecto). La incorporación de este dato es crucial, porque hay que hablar de otro Brecht, de un nuevo Brecht, del enorme poeta que pese a estar atado a mil avatares en el debate del marxismo en el poder, pudo ponerse con sus obras por encima de los crímenes de un régimen que no toleró su despegue hacia el extra-naturalismo, hacia un realismo de vanguardia cuyas posibilidades, me parece, están todas por ser redescubiertas en nuevos marcos. Ya Bernard Dort sabía decir que se interpretaba a Brecht como si al hacerlo se le refiriera al orden instalado de la revolución y no a una revolución por hacer. Para eso importa más que lo histórico, lo metafórico, la parábola que Brecht hacía encarnar en el individuo o en un grupo. Pintar con Brecht las complacencias del izquierdista que se autoabastece de su sentimiento, desistiendo de ilustrar el proceso que lleva a que algo ocurra es a lo que arriba llamo apostasía. Apelar al Brecht Poeta es alejarlo de los riesgos de ese manipuleo de los naturalistas que quieren ilustrar su pensamiento con él, como si fuese un programa. Habrá que preguntarse si actualmente los jóvenes realizadores creen útil y pertinente movilizar, activar para algo a los espectadores. El realizador de ahora no tiene ideas de características totalizantes como las de los revolucionarios del pasado. El mundo es otro. Por lo general cuando los teatreros hablan de activar al espectador, suelen caer en concesiones populistas y no en los objetivos de un proyecto que ejecute tal activación. Es decir, se suele usar a ciertos autores para generar un ‘catarseo’ que como bien sabemos, es de por sí, anti-brechtiano. Veamos cuando vuelve a salir este boletín.

De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay) para José Luis Arce: Brecht Hablamos de una evolución de la sabiduría de las masas por razón del pensamiento dialéctico en contraposición de la estipulación de un carácter de lo popular que desconoce la realidad del pueblo. El realismo no puede descartar la dialéctica. Nada se anticipa con elementales descripciones de la realidad saneadas de contradicciones. La dramaturgia aristotélica debió conceder el sitio a una no aristotélica. Y esto tiene una explicación meramente marxista. En Aristóteles, la función del drama se circunscribe a la prolongación del acontecimiento teatral, al espacio cerrado del teatro. La función de la dramaturgia brechtiana anhela trascender la noche teatral y las butacas, quiere instruir, numerar las contradicciones del ser social, desatar procesos de comprensión, inducir una actuación clara e inteligente en la vida. Brecht se pregunta siempre por las cuestiones concretas, coloca en tela de juicio los valores de validez teóricamente global. Donde Aristóteles entiende la catarsis como proceso de humanización y purga, Brecht no ve más que la mera bestialidad. Y Brecht es un hombre de experimentación, de movimiento y tanteo. Hablar de Brecht hoy significa hablar del mundo. Y actuarlo exige estar en la calle, palpando la vida. No para realizar una mera y fácil reproducción, sino que, a través de la exhibición crítica, lograr un cambio provocador pero progresivo. En su teatro es muy fácil encontrar al Brecht acosado y fugitivo. Y de allí proviene su riqueza y su ligazón a los procesos históricos y sociales. Es verdad, hay más de un Brecht, él también está fragmentado. Esa división puede seguirse en sus textos. El cambio, el devenir permanente fue transmutando su pensamiento crítico para convertirlo en el gran modificador de la escena del siglo XX.


De José Luis Arce (Córdoba, Argentina): Brecht. Las volteadas Antes de intentar abordar cuestiones técnicas, valen algunos comentarios contextuales. A Brecht se lo denostaba porque en el ‘putsch’ de los nacionalsocialistas de 1923 ensayaba el Eduardo II de Marlowe. En 1953, con la rebelión popular contra el gobierno de Ulbricht que dio lugar a aquella famosa obra de Günter Grass ‘Los plebeyos ensayan la rebelión’ se lo denuncia duramente porque mientras esto pasaba, él ensayaba la obra ‘Katzgraben’ de Strittmater. Grass en su obra cambia este título por Coriolano, texto que Brecht también adaptó a su visión épica. El fin de esto era hacerlo pasar como esbirro de Stalin. Hannah Arendt cuenta que estando en New York, durante los juicios de Stalin en Moscú, conversaba con un trotzkista sobre la inocencia de los acusados en los juicios. Brecht le dijo “cuanto mas inocentes son, más merecen morir”. “¿Mas inocentes de qué? De conspirar contra Stalin. Creo que se entiende el oximoron.Ya al instalarse a vivir en Alemania del Este había dado pie a estas detracciones. Ha pasado el tiempo, y surgen documentos de que Brecht fue asesinado, mientras a Grass, baluarte de la literatura alemana, se le descubre su afiliación a las Juventudes Hitlerianas en un escándalo reciente que dejó por el piso al autor de ‘El Tambor de Hojalata’. Alturas morales veredes. También se lo ha vilipendiado a Brecht por su vida sexual o en todo caso, por su posición frente a las mujeres que lo amaban. En realidad, creo, estaba adelantado a su tiempo. Su sexualidad era la del comunismo realizado. Hemos podido ver la película de su última estancia en Buckow junto a todas ellas, y a su regreso a Berlín, al poco tiempo es cuando se produce su deceso. Ese film se lo pasé a Ricardo Halac, así que por ahí pueden combinar para verla. Otro aspecto que impresiona de su biografía es la que surge de su amistad con Walter Benjamín, quizá el mayor crítico del siglo. Era notable cómo Adorno y Horkheimer, patrones de lo que sería la Escuela de Frankfurt se escandalizaban porque el otro aspirante a la misma, W. Benjamín, poco menos que convivía con Brecht y recibía toda su influencia, como bien lo atestiguan las ‘Tentativas sobre Brecht’, motivo de celos que hicieron historia. Gerardo, no dejes de ver aquí ‘Benjamín y Brecht, historia de una amistad’ de Erdmut Wizisla, un material nuevo y accesible de Paidos. Uno se pregunta, hoy, qué artista tiene la dimensión como para incidir sobre filósofos y pensadores o para que otros lo teman tanto como a Brecht. Esto es, el carácter transformador de la obra y el pensamiento de este autor es casi único en la historia. Muchos epígonos que no se tragan su dimensión político-ideológica, suelen decir que a pesar de su comunismo, Brecht era un extraordinario poeta. Es la peor opinión de todas, porque parece que detrás de ellas hay todo tipo de tropelías y manipulaciones des-ideologizadas sobre su obra y sobre sus designios escénicos que a nadie del teatro que se precie puede dejar indiferente. Hay causas históricas muy concretas que no permiten aplicaciones automáticas o mecanicistas de Brecht, pero ninguna puede prescindir de la dimensión artístico-política de este autor. Heiner Muller decía ‘no se puede no criticar a Brecht, sería una contradicción’. Pero el rango crítico que exige su teatro es de alto nivel. Por último, por hoy, quería hacer una pequeña precisión para poder seguir: lo de ‘épico’ en Brecht es a veces equívoco porque es una de la denominación de los tres grandes géneros de la poesía: dramática, épica, lírica. En Brecht épico viene de ‘episch’ que en alemán es ‘narración’. Por lo que podemos según esto, hablar de ‘teatro narrativo’, lo que trae a colación muchas cosas comentables. Si no nos envenenan los servicios antes, la seguimos.

De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay) para José Luis Arce:Brecht A groso modo, la aplicación de los axiomas teóricos se realizaron por determinadas destrezas que establecieron una ruptura insondable con lo teatralmente acostumbrado y reinante hasta ese momento. Con Brecht se inicia un período de reflexión acelerada, y su objetivo fue desclavar a los espectadores de su butaca, de esa condición pasiva, empleando el efecto de distanciamiento, desarrollando una provocación en el espectador, logrando una sensación de extrañamiento frente a lo que se le representa. Y cómo lo logra? EN sus escenas hay cuadros fragmentados, imposibilitando un todo orgánico y acabado. El actor representa un personaje o varios pero siempre desde el lugar de la no identificación, de la no obcecación, y lo logra empleando técnicas artificiosas de actuación, voces estridentes, gestualidad exagerada, vestuario similar a un disfraz, las acciones son obstaculizadas con canciones, poemas, comentarios de un narrador que se distancia y realiza una serie de advertencias. Puede haber carteles que anuncien lo que vendrá en la escena siguiente. No hay grandes decorados escenográficos. El escenario y los actores son la esencia de su teatro. Todo esto evita un adormecimiento atontado, generador de un estado anestésico que puede hasta ocasionar lágrimas catárticas, evitando así que el público adopte una actitud crítica. Su fundamento conductor es la dialéctica, conformando vínculos armónicos entre la forma y el contenido, la subjetividad creadora y la objetividad social al margen de los bloqueos doctrinarios, colocándose por encima del marxismo, trascendiéndolo en su fase artística. Así como el precepto estético marxista está en el devenir, la dialéctica de Brecht se prolonga hacia lo inacabado, lo impredecible, lo alegórico, que cada espectador deberá descubrir. La riqueza del Brecht Hoy, es la innovación del empleo de sus técnicas iniciales, adaptándolas a nuestro devenir actual, enajenado y posmoderno. La esencia de Brecht peca de inmortal

De José Luis Arce (Córdoba, Argentina): Brecht El Brecht experimental es el Brecht realista que rompe con el naturalismo, ni siquiera es el Brecht expresionista de su primera etapa. Esto suponía no reproducir por reflejo, ni siquiera construir de tal forma, sino develar la apariencia exponiendo las relaciones de producción de una forma ampliada, para ser entendida como ‘realidad objetiva’, y en ella leer las causas de la explotación del hombre por el hombre. Brecht se deslumbraba con la capacidad de Weigel para ‘iluminar’ esos contenidos a través de los más mínimos detalles, fueran estos pequeños personajes o uso de objetos de mano o aspectos cuasi secundarios del vestuario. El famoso tema del ‘distanciamiento’ no lo inventa Brecht, es un aspecto de la retórica tan viejo como el arte. Y acá es importante la relación nunca del todo estudiada con Meyerhold, a quien le debe más de lo que se suele decir. Cuando Brecht va a Rusia y conoce al creador de la Biomecánica, más todo el contexto construccionista de la vanguardia revolucionaria rusa, se ve confirmado en muchas de sus intuiciones técnicas, y además en abrevar de manera crítica de planos de la ‘tradición’, que en Meyerhold constituye un principio teórico inherente a su visión. Lo mismo ocurre con el ‘montaje’ que deviene de Eisenstein. Lo que luego son los ‘episodios’ que alternan con los ‘conjuntos’ en su dramaturgia, empiezan a consumarse. Previamente, así como Artaud gustaba de los hermanos Marx, Brecht se apasionaba con Kart Valentin, un eximio creador del variete berlinés, menos conocido por la relación casi colonial que el cine europeo tuvo con Hollywood. Con el tiempo, a través de los videos hemos podido ver a Valentin y su fragmentación por ‘sketches’ y la base humorística, que en Brecht es como un trasfondo que se resuelve en agudeza, crítica, lucidez, entretenimiento. Es famosa la oposición de Brecht a lo ‘recreativo’ del teatro, pero no menos famosa es su consigna de lo ‘épico’ a través de mecanismos de ‘entretenimiento’ cuidadosamente diseñados a través de los códigos perceptivos populares. La tosquedad, la familiaridad gestual, el lenguaje crudo o soez, el lirismo irreverente, son medios indispensables para definir su forma, donde incidieron además fuertemente, los códigos perceptivos de la radio ligados a lo narrativo. Es decir, dividir pero dejarla picando, que es tan típico del radio-teatro que a su vez lo había tomado de las novelas por entregas que hacían los periódicos del siglo XIX. Benjamín decía, el cruce de lo figurado con lo formulado, que produce al ver una obra de Brecht, parecido al mecanismo intelectual y perceptivo que se siente de leer un libro. La relación con los mecanismos literarios son conceptual e ideológicamente muy diferentes a los de Artaud, que partía de una iconoclasia por la imagen literaria que podía resolverse en un: “muera el texto”. El tema del personaje es fundamental. Brecht los resolvía a través de una verdadera semiosis, de verdaderas disputas semióticas. Esta riqueza sígnica era la resultante de un análisis, una síntesis poético-realista. Ese dibujo reivindicaba una realidad que disputaba la imagen del personaje real. Acá me gustaría hacer una recomendación fundamental. Si vía Alianza Francea o algo así, pudieras acceder al DVD de “Tambores sobre el dique” de Ariane Mnouchkine, podrías ver lo que puede ser un ‘aggiornamiento’ de Brecht a través en este caso de un ‘distanciamiento’ reconstructivo del personaje. La obra es una fábula de corte oriental escrita por Helene Cixous, que creo haría aullar a Brecht. Mnouchkine resuelve a cada personaje con cuatro operadores escénicos y no con un solo actor. Es un concepto tremendo, hecho además con un virtuosismo que te mata. Para muestra de actualidad, basta un botón. En esta obra el personaje es una marioneta que hace un actor que pone el gesto, operada a su vez por un manipulador en un trabajo de sincronización casi tortuoso, un dicente que pone la voz desde afuera y amplificada a través de un pulso de emisión sincronizados de la voz y el movimiento de labios y otro que genera todo el campo sonoro del personaje. La resolución de lo ‘general’ se hace en el espectador como síntesis, luego de todo un recorrido psico-perceptivo. Al final, en vos como espectador, tanto la fábula, como su construcción se realiza auto-poiéticamente, como una síntesis auto-construída que surge de tu elección (decisión brechtiana) a ver a quien habla, o de ver a quien manipula, o de ver a quien gestualiza. Una ‘verfremmdung’ depuradísima y de altísima escuela. La seguimos. A los interesados, este material es conseguible. Buscarlo.

De Gerardo Begérez (Montevideo, Uruguay) para José Luis Arce: Brecht
Hola José Luis. Trataré de seguirte los pasos, colocándome detrás de tus conceptos. El público de Brecht no sólo tiene un valor agregado, también tiene una doble responsabilidad. Tiene en su poder la herramienta de la razón. Tiene la obligación de la reflexión conciente. Y de eso se trata justamente, de hacerlo conciente, sentirlo diferente. Desmasificarlo. Es un ser único y debe ser tomado como tal. A Brecht no le interesa hablar de “El público” porque su trabajo va dirigido hacia la persona “única e irrepetible”. Es verdad, esa “decisión” que debe tomar será vital en su vida. Porque no se trata de cuestiones banales y “vulgarizantes”, hablamos de temas humanos, profundos, trascendentes. Y esa “decisión” que se deberá tomar es vital en el hombre, porque luego de ella vendrá una transformación. Están también quienes hablan de la “utopía brechtiana” en este mundo resquebrajado, frenético y vacío de ideología. Pero allí es donde radica su vigencia. Y me adhiero, como en todo, al Brecht experimental. El fracaso está cuando pensamos en un Brecht meramente marxista. Ese fracaso ya fracasó. Tomar a Brecht hoy supone una relectura de todo nuestro sistema, y no sólo el capitalista, también la reformulación del sistema afectivo de las personas. Brecht experimental y abarcativo. La ligazón no necesariamente buscada con el P.C tiene una lógica específica. Pero extender el error es limitar a Brecht sólo a eso. El Marxismo hoy ya no existe, y si existe debería llamarse de otra forma. Ligar a Brecht a esa época pasada es constreñirlo. Y ojo, amo aquella época, quizá porque no la viví. Al punto de que en este preciso momento estoy escuchando el disco de un espectáculo que hizo El Galpón (cuando yo no era siquiera un espermatozoide) llamado “Libertad Libertad”, un musical que te eriza la piel, que según cuentan, salías con las ganas frenéticas de ponerle el pecho a las balas del Golpe. Es verdad, en aquella época es donde Brecht empezó a tener sentido. Lo que digo, es que tiene otros sentidos también, miles de sentidos. Además aquellas eran épocas donde los hombres de teatro no eran “ejecutores de oficios superfluos”. El teatro (al menos en mi país) estaba casi a la altura del fútbol. De hecho hasta se llegó a representar una obra en el Estadio Centenario. El “gestus”. Es todo un tema. En mi época de Escuela fue uno de las cuestiones brechtianas que me más me costó aprehender. Recién cuando Nelly Goitiño dedicó tres clases al desarrollo de su técnica, con su maestría y belleza poética de sus palabras, pude entender un poco más este concepto.
Lo épico se divulgó por vía de la dirección y esa fue una forma de experimentación. Siempre nos contaba chino (fundador de El Galpón) que en el 57, cuando se hizo el primer Brecht en Latinoamérica, todavía lo estaban descubriendo, no tenían mucha idea de qué hacer con todo aquello. Y estaba presente el miedo de que los distanciamientos “enfriaran” la acción. Ayer, mientras veía la “pasada” del Brecht que estamos haciendo pensaba: “hay algo que se repite en todos los brechts” Es el clima, son los tonos de voz, los colores... qué es? Quizá sea la sensación de que el viejo está presente siempre. Experimental o no, él está rondando. Y hasta creo haber sentido olor a tabaco. Será eso o habrá algo más. Es todo un misterio fascinante. Eso mismo es Brecht hoy, misterio fascinante.
Hasta cuándo gozaremos de Brecht? O peor aún, hasta cuándo poseeremos nuestro arte teatral? Si. Comparto las respuestas que seguro me darán. Pero cuando prendo la tele y veo tanta estupidez tinellizante, me viene un miedo terrible. De seguro a este viejo maravilloso se le ocurriría una comedia que contrarrestara este delirio idiota y esquizofrénico.
Un abrazo José Luis, la seguimos. Ya nos veremos en persona porque en setiembre iré a vivir a Buenos Aires por dos años.

domingo, 13 de julio de 2008





SOBRE
EL TEATRO
EXPERIMENTAL

El teatro experimental, también llamado teatro de vanguardia, teatro laboratorio, de investigación o simplemente teatro moderno; se opone al teatro tradicional, comercial y burgués que busca la rentabilidad económica y se basa en fórmulas artísticas, o incluso al teatro de repertorio clásico que sólo monta obras o autores ya consagrados. “Más que un género es una actitud de los artistas frente a la tradición y a la explotación comercial” (P. Pavis)
La puesta en escena posmoderna no tiene ni la radicalidad ni la sistematicidad de las vanguardias históricas.

Dubatti, señala, que a menudo el teatro experimental obedece a diversos principios contradictorios, no le atemoriza combinar estilos dispares, presentar colages de estilos interpretativos heterogéneos. Semejante dispersión hace imposible cualquier intento de centrar la puesta en escena alrededor de un principio, de una tradición, de una herencia, de un estilo o de un intérprete. Contiene momentos y procedimientos en lo que todo parece deshacerse entre los dedos de cualquiera que crea tener los hilos y las llaves del espectáculo.

En este sentido, la experiencia debe centrarse sobre todo en el actor, en la relación con el público, en la concepción de la puesta en escena, en la relectura de los textos, en la mirada y la recepción renovada del hecho escénico.

Experimentar supone que el arte acepta probar, e incluso equivocarse, con la intención de encontrar lo que todavía no existe o una verdad oculta. Las pruebas se hacen en la elección de textos inéditos o considerados “difíciles”, en la interpretación de los actores, en la situación de recepción del público.

El tiempo de los ensayos o de la teorización es mayor que en el teatro convencional. El derecho a la investigación, y por tanto al error, anima a los creadores a correr riesgos (hasta el punto de ni siquiera pretender llegar a una representación pública), a modificar constantemente la puesta en escena, a intentar transformar en profundidad la mirada del espectador demasiado a menudo instalado en la rutina: de aquí la frecuente acusación de elitismo o hermetismo.

Es en este caso el espectador que deberá adaptarse a la obra y no la obra al espectador, como habituamos.

Independencia económica y estética.


Para Peter Brook, “la práctica del teatro experimental no significa solamente una búsqueda de nuevos lenguajes teatrales siguiendo la huella de los maestros del teatro contemporáneo en su investigación sobre el cuerpo del actor y de sus posibilidades como único instrumento de su arte. Significa también una profundización en la conciencia del teatro, un conocimiento del camino hacia sí mismo a través de un trabajo que es mental, corporal y también espiritual. El laboratorio experimental permite al actor concentrarse en sus propias posibilidades, dotándolo de la capacidad de crear teatro desde sí mismo, prescindiendo de todo elemento que esté fuera de su cuerpo. A su vez el teatro experimental otorga una base teórica al actor y lo introduce en una filosofía artística que lo ayuda a fortalecer sus bases culturales y a fundamentar y arraigar su elección”.

A través de la práctica del teatro experimental, el actor entrena su cuerpo e indaga todas sus posibilidades, ejercita su memoria y agiliza su mente. Los ejercicios experimentales ayudan al actor a romper esquemas, estructuras, prejuicios que siempre van en contra de la libertad creativa, y le otorgan una amplitud mental y espiritual que lo pone en condiciones de llevar su arte consigo a todas las circunstancias y a todos los ámbitos.

Si bien la experimentación teatral comenzó con Stanislavsky y prosiguió y se perfeccionó con Grotowski, el gran aporte de estos maestros ha sido la invitación a experimentar, a proseguir la investigación acerca de las innumerables y enigmáticas posibilidades del cuerpo del actor, que por supuesto implica una búsqueda y una metamorfosis mental. En nuestro tiempo, es indispensable indagar cada vez más en un lenguaje que se mantiene vigente a través de un mundo cada vez más tecnológico y cambiante. Si el teatro sobrevive en un planeta informatizado, es porque este arte milenario implica una relación humana, personal y directa entre actor y espectador. Entonces tendremos que investigar al máximo todas las facetas de esa comunicación, dando al espectador la posibilidad de poner en práctica la agilidad mental que le exige el mundo actual, y dotando al actor de un lenguaje propio, elaborado, que también haya dado pasos de gigante de acuerdo con la evolución de la sociedad.

El teatro experimental no es arte hermético, sino arte puro, que permite a cada espectador poner en marcha un proceso de decodificación que abre su mente y lo convierte en participante activo de un espectáculo. Por su parte, el actor sigue un proceso de crecimiento individual y grupal que lo enraíza cada vez más en el arte del teatro y en su sentido profundamente humano y social. Ambos procesos, el del actor y el del espectador, devuelven al teatro su verdadera y primitiva finalidad: provocar la catarsis que desencadena la conciencia y pone en marcha el verdadero pensamiento, libre de convencionalismos, propio y creativo.

Se manejan mecanismos tales como la desintegración o segmentación, el montaje, el collage, el azar controlado, lo parateatral, lo incongruente, el simulacro, el plagio, la negación de la coherencia psicológica del personaje. Estas formas estéticas surgen transformadas desde su inclusión en otros contextos culturales y estéticos y de la modificación de sus bases filosóficas. Resistiéndose al concepto de teatro como reproducción y continuación del mundo real, trayendo un conjunto de códigos oscuros, sombríos y ambiguos, buscando impactar y perturbar al espectador.


Este teatro posmoderno manifiesta francamente su imposibilidad para provocar cambios en la realidad, pero no se niega como una herramienta generadora de espacios de reflexión crítica y de toma de conciencia.

En cuanto a la recepción de este tipo de trabajos, el hecho de que cada texto dramático y puesta en escena contenga un código de lectura y de interpretación particular, presume una modificación permanente en la forma de percibir este teatro, ya que el espectador debe ajustarse velozmente a un sinfín de códigos y a un gran cambio sensible e intelectual para no permanecer al margen del universo propuesto.

Para Artaud el Teatro es un instrumento, como toda forma de arte, de extensión de las fronteras de lo real: el teatro reconsiderado en su dimensión de acontecimiento, ya no mero pasatiempo desgajado de las fuerzas de la vida. Un teatro desangrándose en la vida. Buscar una nueva concepción de la vida que “conduzca a rechazar las limitaciones habituales del hombre y de los poderes del hombre y a extender infinitamente las fronteras de la llamada realidad”
“El Teatro ha sido creado para permitir que nuestras represiones cobren vida”
Un teatro Experimental, entonces, debería renovar el sentido de la vida, cambiarla, modificarla, hacer nacer lo que aún no existe, o que aún creemos inexistente”.
La actividad del teatro significa la conexión con el mundo de origen, lo sagrado y las fuerzas vitales de las que hablaba Artaud.


Para Dubatti, la crisis de la izquierda y hegemonía del capitalismo autoritario: la disolución de la izquierda como frente internacional, su diversificación y redefinición aún pendiente, marcan en la cultura un afianzamiento político arrasador del neoliberalismo. Esto implica un quiebre del paisaje político del siglo XX, que afecta notablemente a un campo teatral históricamente ligado al pensamiento de izquierda. Hay por lo tanto un discurso hegemónico (ya no dos enfrentados) y en oposición frontal, una diversidad y multiplicación de discursos y políticas, atomizados alternativos y localizadores. Es decir, un vasto y heterogéneo discurso alternativo atomizado en infinidad de posiciones, entre lo macro y lo micro. El auge de lo microsocial y lo micropolítico al sentir de Pavlovsky.
Publicado por Gerardo Begérez en 16:43

martes, 8 de julio de 2008

La última escena del Gran Meyerhold o La deriva ideológica








Escuela Mario Gallup 4º año
Institución Teatral El Galpón
Trabajo realizado a pedido de Chino Campodónico.


Ahora, dedicado a su memoria.




Una de las cosas que me ha impresionado más al abordar una personalidad de tal dimensión es el hecho de que recién hoy se sepan los detalles del asesinato y juicio del que fuera víctima en 1939 por el régimen stalinista. De hecho siempre se conocieron segundas versiones pero cuando se accede a los archivos de la KGB se da luz sobre la muerte y tortura de uno de los más grandes directores de teatro del siglo XX. La clausura por parte del stalinismo del Teatro del que disponía Meyerhold para sus representaciones artísticas generó en él un profundo impacto psicológico de tan magnitud, que cuando fue invitado a hablar en varias conferencias, sus discursos fueron confusos e inconclusos, lleno de alabanzas a Stalin. Obviamente esto trajo aparejado el desconcierto entre sus seguidores, pero en cierta forma fue entendido, teniendo en cuenta que en la época enmarcada en la persecución política e ideológica en la que estaban inmersos, la retractación de las ideas era lamentablemente algo común. Claro está que muchos críticos al escuchar esos discursos tomaron también conciencia del profundo legado que Meyerhold había dejado al teatro ruso, por lo tanto no se debía tener en cuenta ese discurso contradictorio y ambiguo propio del sistema represor en el que estaban atrapados, por esta razón se debía dar todo el apoyo posible a Meyerhold. En un profundo clima represivo es que se lo obliga a firmar sus contactos trotskistas y dar el nombre de una conspiración subversiva junto a Trotsky. Algunos dicen que Stalin nunca le perdonó que Trotsky le suministrara algún material militar para la escenografía de una de sus puestas en escena. Meyerhold es internado en un hospital donde no puede dormir ni comer. Su mujer es acuchillada por dos desconocidos y sus hijos fueron obligados a abandonar el departamento que le habían concedido por su trayectoria teatral. Meyerhold escribe en una de sus últimas cartas donde se retracta de todas sus declaraciones bajo tortura y exige su libertad en una patética frase final: “Amo a mi Rusia, quiero mi libertad” Como mencioné al principio, lo despiadada que puede ser la información, aún más cuando llega de forma “truculenta” después de años de espera. Hoy tenemos ante nuestros ojos los detalles de un asesinato que no solo tomó como víctima a una persona, sino que asesinó una forma de ver el mundo, un intento de cambio, una nueva visión del teatro y una vida políticamente activa. Hoy sabemos qué ocurrió y de qué manera, pero eso a nivel histórico no sirve de mucho, las atrocidades siguen ocurriendo y nada puede parar este tipo de máquinas represoras que generalmente cuentan con una guiñada por parte de las masas. Yo tengo claro que la historia puede explicar el porvenir, pero no el devenir. El devenir estalla con sus nuevas órdenes. Se conocen hoy cartas de Meyerhold donde relata las increíbles torturas psicológicas y físicas durante los interrogatorios: “ Me pegan con una goma en todas partes de mi pobre cuerpo y cuando me siento me pegan en las rodillas hasta producirme grandes hemorragias. El dolor es tan grande que se puede firmar o aceptar cualquier cargo, incluso podría “inventar” yo mismo para evitar que me siguieran golpeando” Los interrogatorios duraban de 18 a 20 horas diarias y se sabe que los torturadores operaban de a dos. Se le impedía dormir y se le decía que si se rehusaba a escribir la confesión se le volvería a pegar “hasta quedar como una masa uniforme”. En cuanto a los motivos de persecución que llevaron a Meyerhold a esa situación lamentable, cito una frase de Foucault: “es más difícil a veces destapar los secretos que el inconsciente”. Muchas son las cosas que no tengo claras, posiblemente porque desconozca varios motivos políticos e históricos de la época y fundamentalmente escapan a mi entendimiento por cuestiones vivenciales. Fueron muchas las veces me he cuestionado el impacto que debe haber tenido para la gente que, esperanzada en el orden político de la Unión Soviética, se viera luego defraudada por un desajuste en el poder, o mejor dicho en el abuso del mismo, que provocó el paulatino resquebrajamiento de un sistema alternativo. Me detengo a pensar en la desazón que deben haber sentido aquellos hombres que miraban hacia aquel continente obrero como único referente de lucha, de motivación activa. Esos hombres que hoy continúan luchando entre nosotros, y son nuestros padres, nuestros abuelos, qué habrán pensado en aquel momento, y fundamentalmente, qué piensan hoy en día cuando miran a su costado y no ven más que corrupción generalizada, fallas éticas, y lo que es peor aún: la exhibición perversa de esa inmoralidad. Al igual que nosotros los jóvenes, hoy esos hombres no saben hacia dónde dirigir su mirada, a veces se sienten incomprendidos, confundidos. Cabalgan lejos de los bordes revolucionarios que los movieron y ya casi no se cuestionan. Muchas veces se encuentran repitiendo “viejos slogans”. Los vemos hablando de política y no nos involucramos demasiado. Creo que debemos asumir el peso de la gran responsabilidad histórica, el fracaso del socialismo real. Debemos proponer un socialismo con democracia. Un socialismo poético y alegre, que se vaya inventando así mismo en el devenir, en nuevas prácticas concretas, sin renegar de su origen ni de su ética. Donde todos podamos tener incidencia directa, donde nos sintamos partícipes y no meros objetos justificativos del poder. “ES MÁS FÁCIL LLEGAR A UNA REVOLUCIÓN QUE CONSOLIDARLA PARA LAS MASAS” Sobre todo me parece de sumo interés saber si esos hombres luchadores pudieron interpretar los hechos objetivamente, ya que no disponían de la información que hoy sí se tiene. Seguramente no sabían con certeza lo que estaba ocurriendo, porque un sistema dictatorial en eso mismo se basa, en la restricción y el manejo de la información. Estos mecanismos de represión nacen sólo cuando el miedo se introduce solapadamente en la textura social. No hay totalitarismo de semejante magnitud sin complicidad de una gran masa de la población. Y eso mismo ocurrió en la última etapa de la Unión Soviética y también en las sombras dictatoriales de nuestro país años después. El totalitarismo no sólo se gesta en el poder, sino que se transmite cuerpo a cuerpo, célula a célula a través de la sociedad. No se trata con esto sólo de recordar el pasado, se trata de denunciar el futuro, un posible futuro represivo que se avecina. Yo pienso que las dictaduras reprimen y las democracias facilitan. Aquí en este país, por lo que me han contado, por lo que he estudiado, hubo un tipo de subjetividad que facilitó la interiorización de la violencia como obvia, como normal y cotidiana. Esto permitió la complicidad de una gran parte de la población, a través de una complacencia de los asesinatos diarios, aquello de “por algo será” que inclusive yo mismo he escuchado de gente cercana como infundada forma de justificación. Los hombres de hoy, no pueden mirar al pasado porque mirar al pasado es verse reflejados en espejos de identidades fracturadas y difusas, donde se hace imposible reconocerse. Es una visión terrorífica. Y en cierto sentido eso fue lo que ocurrió, el desmantelamiento ideológico, la deriva ideológica. Reivindico desde este lugar el empecinamiento y la vehemencia de Meyerhold por mantener intacto su pensamiento, lamentablemente, para muchos hoy en día esa actitud sería incomprensible. EL ACTOR SEGÚN MEYERHOLD A continuación extraje varias afirmaciones de Meyerhold donde clarifica su visión del Actor. Con esto quiero realizar un contraste entre lo que Meyerhold pensó y lo que hoy se piensa (o mejor dicho, lo que yo pienso) El teatro posee una particularidad sorprendente: un actor de talento llega siempre a un espectador inteligente. La relación actor–público debe ser tenida en cuenta especialmente cuando abordamos una nueva creación artística. El teatro antes que nada es RELACIÒN. Un delicado equilibrio entre, por qué lo digo y hacia quién lo digo. Cuando un actor cree fervientemente en lo que está diciendo y su mecanismo creativo es convincente, el público sabrá captar fácilmente el mensaje. Nunca debemos subestimar al espectador. Hay momentos en el proceso creativo que el actor o el director se cuestionan si el público logrará entender la esencia de la obra y por esta razón recurren a subrayar, a remarcar desde la actuación, a ilustrar. Cuando un espectador inteligente recibe todo resuelto pierde el interés en lo que está viendo y se siente defraudado. Muchas veces se intenta acercar el texto o la puesta al “entendimiento popular” y es así como se “borra con el codo lo que se escribió con la mano”. La relación casi mágica que tiene el actor con el público cuando se habla de teatro de arte, debe estar basada en el respeto, éste es un de los preceptos básicos de los que parte esa RELACIÓN. Meyerhold habla de un actor con talento, pienso que el talento no es necesario, el talento no existe en el teatro. Lo que sí existe es la voluntad creadora, el compromiso de darse completamente al propio trabajo.Una apreciación sobre el público de hoy, en este momento existe un público heterogeneo, reflejo de esta sociedad dispersa en la que vivimos. No existe en este momento un interés colectivo que aglomere a las masas, no hay objetivos comunes, por esta razón ninguna forma de teatro puede pretender ser popular, que sea capaz de comprometer a toda la comunidad. Para verter en la escena verdaderas lágrimas es necesario experimentar la emoción de la creación, el impulso interior, es decir, estar en el mismo estado que en el momento de estallar una risa sincera. La naturaleza psicofísica de la risa y de las lágrimas, es la misma. Las dos brotan de la alegría y del impulso del artista. Los demás medios de provocar las lágrimas, revelan la neurastenia y la patología y están contra - indicadas en el arte. Cualquiera sea el estado emotivo que exprese un personaje, el actor siempre debe tener preparado su cuerpo y su mente, debe experimentar una profunda calma creadora. Para eso la confianza en sí mismo y la entrega incondicional, son ingredientes básicos de la creación artística. Todos los estados emotivos nacen del mismo lugar del actor, son mecanismos conscientes pero deben estar tan asimilados que será difícil identificar desde dónde provienen. Lo que es muy claro si, es que el camino verdadero surge desde motivaciones internas del mismo actor, desde su libertad creadora. Cualquier inexactitud es propicia para desviar la acción y convertir un estado emotivo en mero artificio. NO se debe sabotear el sentimiento real que brota del Estar Escénico. Para ello es necesario dejar de lado las preocupaciones externas que puedan teñir el proceso de creación verdadero. Se debe huir de las mezquindades cotidianas y apostar al verdadero regocijo del arte. Como actores tenemos un compromiso muy grande, una misión, la misión de lo bello. El camino para llegar a esa belleza que el actor debe aspirar siempre, es el camino de la verdad escénica. Si realmente sentimos que ponemos absolutamente todo en ese proceso creador, sin duda la misión estará cumplida. En cada representación fundamental del teatro contemporáneo es preservar el don de la improvisación que posee el actor, sin transgredir la forma precisa y complicada que el director ha conferido el espectáculo. Un actor para reconocerse como tal debe poder realizar un sinfín de mecanismos que lo lleven al resultado final. Los procedimientos son relativos a cada actor y varían. Pero creo que en lo que todos coincidimos es que la improvisación es un mecanismo esencial del actor. Quizá la palabra correcta no sea “don”, ya que el mismo es un mecanismo a trabajar, a ejercitar. Es imprescindible tener la suficiente confianza en uno mismo para dejarse llevar por el cuerpo, por la situación y por la consigna. De esta forma se encontrarán sin duda resultados sorprendentes. A veces improvisar produce pánico, pero se descubre con la praxis que es tan peligroso como rico, se viven muchos estados interiores simultáneamente y la adrenalina te arrastra por lugares desconocidos. Uno cuando termina una improvisación tiene la sensación de haber realizado un viaje del que trajo varios “regalos” para usar en el proceso creador. Muchas veces he afrontado una improvisación con mucho miedo. Sólo es necesario confiar en uno, en el director y en el espíritu común grupal, logrando de esta forma una felicidad creadora cuya sensación es totalmente recomendable. Una de las cosas que resalto del trabajo práctico que hemos realizado en estos meses basados en la obra de Walter Acosta (que sí tuvo logros concretos) es haber podido superar el miedo a la improvisación, un mecanismo fundamental en la creación. He hablado con Stanislavsky. Él y yo abordamos la solución de una tarea como los constructores de un túnel: cada uno avanza por su lado, pero en alguna parte, en el medio, nos encontramos seguramente. Los caminos pueden ser muchos, pero cuando se hace teatro de arte, generalmente se llega al mismo puerto. Si al embarcarnos nos proponemos hacer un trabajo artístico donde esté comprometido lo mejor de nosotros y sobre todo teniendo en cuenta hacia dónde nos dirigimos y por qué lo hacemos, sin duda llegaremos a buen puerto. Desde nuestro arte podemos cambiar las cosas o empobrecerlas más, en ese sentido puede ser un juego peligroso. El teatro es una herramienta de cambio, de lucha activa, y no siempre los caminos que se toman son los correctos y a veces los resultados son meros despropósitos. Stanilslavsky decía que: “la escena es una página en blanco, se puede escribir en ella la más hermosa o la más detestable de las poesías, según quién escriba, según su manera de escribir” Oscar Wilde decía: “El artista es o bien un sacerdote o bien un payaso" Y a nosotros qué nos queda por decir? En cierto sentido, no sé si podemos hablar de teatro del futuro, sino tan sólo de situaciones dramáticas que puedan expresar el surrealismo cotidiano de la supervivencia. Debemos preservar nuestra imaginación creadora, desarrollándola por los bordes del sistema, realimentándola siempre. Apelar a nuestra inventiva puede ser un desafío interesante. Tenemos que estimular la creatividad como forma de supervivencia, se necesitan tantas obras de teatro como hombres nuevos, como nuevas inventivas dramáticas, texturas de imaginación, equipos con jóvenes inundados de valentía y riesgo creativo. Hoy más que siempre viendo nuestra realidad, debemos aferrarnos a las palabras de Meyherhold “se debe apostar a una inyección de sangre nueva”. El teatro se tiene que desarrollar no al margen, sino participando en el mismo centro del acontecer político y social. No importa la FORMA en que los hacedores del arte teatral realicemos un producto artístico, si su CONTENIDO habla del hombre y denuncia su situación, proyectando un cambio sustancial. En alguna parte, todos quienes realizamos esta noble tarea nos encontraremos, por lo pronto nos une lo mejor de cada uno.Quizá el camino correcto sea el más difícil, pero debemos arriesgarnos. No importa cuál es el puerto de partida sino el viento que conduce a un destino desconocido. No importa cuál es el puerto de partida sino el viento que conduce a un destino desconocido. Si la improvisación está ausente en sus actuaciones, es que el actor está estancado en su desarrollo.Las dos condiciones principales del trabajo del actor son: la improvisación y el poder de restringirse. Cuanto más compleja es la combinación de estos dones, mayor es el arte del actor. Generalmente si un actor no se siente cómodo con el director, con el grupo o con la obra, puede ocurrir que se vea estancado en su proceso creativo. A mi me ocurrió. Sentís entonces una especie de necesidad de reír, de llorar, de hacer burlas, de comentar humorísticamente lo que uno mismo hace o lo que hacen tus compañeros. Es como si intentaras huir de la responsabilidad propia de tu arte, un procedimiento de escape. Hay varios métodos personales que ayudan a evitar ese estancamiento. Uno como actor debe aferrarse al arte en sí mismo y a su ética, de esta forma pasará por alto todo aquello que pueda desestimular, todo aquello que nos quite la alegría de crear. Cada vez que los fundamentos se vean difusos, cada vez que uno no se sienta seguro basándose en la estabilidad de sus experiencias anteriores, se debe regresar a los orígenes, al momento que uno decidió hacer teatro. Ahí están las raíces. El teatro es un lugar donde los prejuicios sociales deben dejarse de lado para dar lugar a una comunicación franca y absoluta.Sobre la importancia de la improvisación no quedan dudas. Pero el desbordamiento físico de las emociones debe ser canalizado, controlado, porque de esta forma se convertirá en una ola de signos concretos. No debemos dejarnos llevar por el mero deseo de improvisar ya que se corre el riesgo de rayar en la histeria, de crear una burda imitación del sentimiento real y realizar acciones desordenadas que nada tienen que ver con la motivación inicial, creo que a eso se refería Meyerhold cuando habla de la restricción. En cada papel, el actor adquiere nuevos matices que conserva para siempre. A los 45 años aproximadamente la riqueza de impresiones acumuladas refuerza su experiencia profesional. Sin duda es un proceso de acumulación. Quizá el personaje no quede, pero lo que sí le quedará al actor es el proceso que lo llevó a lograr determinadas cosas. Aprenderá mecanismos únicos de su propia creación, sólo él sabrá cómo usarlos y en qué momento. Aprenderá del tropiezo, se estimulará con el aplauso, pero tendrá siempre en claro que un nuevo desafío lo está esperando y debe estar preparado con todas las herramientas aprendidas a mano. Lo que nos transforma es el proceso, el modo de afrontar cotidianamente nuestro trabajo. Lo que determina los resultados son las motivaciones, no sólo los caminos de la búsqueda. Las motivaciones pueden ser muchas, pueden venir de adentro, de uno mismo. Puede ser un hecho cotidiano, una injusticia diaria. Todas las motivaciones son válidas cuando vienen de la profunda convicción artística. Un actor no termina jamás de recibirse. Siempre estará en lucha consigo mismo, con su cuerpo, con su sociedad. Deberá cuestionarse, observarse. Pese a las peores tormentas siempre necesitará sentir en su cuerpo la sensación de peligro y estímulo que genera este arte. En el oficio del actor está ante todo la posibilidad de cambiarnos y de esta manera cambiar nuestra sociedad. Esto lo decía Brecht, esto lo decía Meyerhold. La vida de todo artista auténtico es la de un hombre constantemente desgarrado por la insatisfacción respecto a sí mismo. Esto alude al profundo sentimiento de superación que debe reinar en el espíritu de un creador. El no estar conforme con lo que uno es, con lo que uno propone como trabajo, habla del verdadero cuestionamiento. Pero debe ser siempre una insatisfacción sana, que propicie avances y mejoras en nuestra personalidad artística. Es un procedimiento inevitable. Sucede que a veces esa insatisfacción se convierte en estancamiento, en auto-censura. El conflicto con uno mismo y con la creación estará presente siempre, preocupémonos cuando no ocurra. Si un día un actor no siente angustia cuando aborda un nuevo proyecto, ese día deberá cuestionarse realmente lo que le está ocurriendo y si es necesario, empezar de cero. Me gustaría prohibir a los actores beber vino, tomar café…. Todo esto altera los nervios, mientras que el actor debe estar absolutamente calmado. El arte del actor, es un acto consciente, claro y alegre, un acto de la voluntad sana y precisa. El estímulo creador puede partir de muchos lugares, pero para poder responder de una forma certera es necesario tener todos los sentidos alerta, expectantes. Trabajar en la armonía creadora, en la lucidez. Ningún estímulo que no sea verdadero puede llevarnos a la inspiración y al verdadero compromiso. La calma genera que uno pueda estar alerta a cualquier motivación y responder en forma inmediata, con el cuerpo, con la voz, con el estado interior. La biomecánica de la que habla Meyerhold se centra en eso precisamente, en la participación absoluta del cuerpo en cada uno de los movimientos. Cuando un actor empieza a comportarse de esa forma, generalmente experimenta un cambio significativo en el modo de percibir y de pensar aquello que hace. Sucede a veces que en ese momento empiezan a “llegar imágenes” a su mente y se puede afirmar que cuando el trabajo funciona desaparece la distancia entre la cabeza que ordena y el cuerpo que ejecuta. Empleando este proceso también en la mente del espectador se puede verificar un cambio perceptivo, ya no verá un cuerpo vacío, sino un ser humano que actúa, que interviene en el espacio. Los espectadores se sentirán impulsados a descifrar esta propuesta que compromete todos los recursos del actor. Lo más valioso de un actor, es su individualidad. Es necesaria que brille a través de sus encarnaciones, tan hábiles como sean ellas. Toda educación tiende a borrar lo individual, pero el actor debe defenderse de esa nivelación. En el oficio del actor está ante todo la posibilidad de cambiarnos y de esta manera cambiar nuestra sociedad. Todo lo que queremos ver reflejado en el teatro, todo lo que se necesita para crear una atmósfera sana, debe comenzar en nosotros mismos. Un actor es ante todo un hombre, y como tal debe desarrollarse a pleno. La individualidad se trabaja no en el individualismo sino en conformación de una ética sólida que acredite la permanencia en esta actividad.Ningún sacrificio es poco para los actores. El teatro es un oficio que impone muchas exigencias a veces un tanto inhumanas que solo algunos soportan, quizá sea una especie de decantación, una prueba para los que estén aptos. No todos se acercan al teatro con un objetivo claro, algunos lo hacen por diversión (en un sentido vacío), otros por tratamiento psicológico, etc., etc.. Pero sólo aquellos que busquen en el teatro una herramienta de cambio, de movilización artística, de lucha activa, esos sabrán sortear las dificultades y se llevarán consigo un sinfín de retribuciones. El propio Meyerhold fue sin proponérselo en su individualidad un rebelde, un herético, un reformador del teatro. Él al igual que muchos otros maestros fue un creador de un teatro de la transición. Sus espectáculos sacudieron los modos de ver y hacer teatro y han obligado a reflexionar sobre el presente y el pasado con una conciencia totalmente diferente. El simple hecho de que haya existido, quita legitimidad a la habitual justificación de que nada se puede cambiar. No es así en absoluto. Los sucesores en cambio, pueden imitarlos sólo si viven en la transición. El actor no puede improvisar más que cuando está lleno de alegría interior. Fuera de una atmósfera de alegría creativa, de gozo artístico, le es imposible darse en toda su plenitud. A lo largo de mis ensayos he gritado, a menudo, a los actores: “está bien” Luego, no está del todo bien. Es necesario trabajar en la alegría. La irritabilidad del director ha hecho enseguida paralizar al actor, es tan inadmisible como un silencio desdeñoso. No solamente es necesario pensar más en los compañeros que en uno mismo, no sólo alcanza con tener una ética sólida, con saber definir claramente los objetivos de nuestro arte, con tener clara conciencia de nuestra herramienta social y creativa; si no que, para que todo se conjugue y redunde en un resultado más que satisfactorio, hace falta que reine la ALEGRÍA creadora. Esa Alegría se desprende del grupo humano y fundamentalmente de uno mismo. Se debe proponer como meta tocar este sentimiento de goce durante todos los años de profesión, durante todos los trabajos, en todos los desafíos, siempre. Inclusive en aquellas escenas en la que el actor debe interpretar un personaje que debe morir, a pesar de ello, debe hacerlo desde un lugar alegre, confiado en que únicamente logrará su verdadero cometido si cree en lo que está haciendo y se da entero, feliz en lo que hace. Sin diversión, sin estímulo permanente, el teatro no tiene sentido. Es muy común ver la inercia en los actores, la abulia, el estado de letargo, de mediocridad. Todos debemos luchar contra eso, dando lo mejor de cada uno y contagiando a lo demás de entusiasmo creador. El teatro es esencialmente destinado a ser estimulante de la vida activa. El rol del actor no termina cuando cae el telón. En la vida debería tener el deber de repartir a su alrededor la belleza propia de su arte. El teatro debe ser un estimulante permanente que redunde fundamentalmente en el mejoramiento personal, en cambiar nuestro entorno. Gerardo Begérez

El enemigo


El enemigo está acechando, patrullando nuestros movimientos, fichando nuestras reacciones, anotando nuestros bufidos en su libretita color sepia. El enemigo está despierto mientras creemos dormir en paz, gira sobre nuestra cama sin descanso, moviéndose torpemente nos susurra su bajeza. Asienta en sus folios letales cuántos ronquidos y cuántos suspiros realizamos por noche. No hay momentos de tregua. Observa con un tigre entre los ojos cuando le decimos palabras de ternura a nuestro amor, cuando jugamos con los niños. Él siempre está aguardando, pronto para dar el zarpaso. Mientras tanto nosotros creemos no escuchar, fingimos que todo está bien, que son solo miedos que nos dejó la historia, que el hombre es necesariamente bueno; y nos olvidamos de todo, nos mareamos con tanto atractivo, con tanto brillo, con tanta imagen que la sociedad nos tiene preparado. Ese es el momento. El asesino se viste de abuelo, de ochentón senil de apariencia huérfana y nos sigue de atrás. Y sube al ómnibus con nosotros y hasta se sienta a nuestro lado.El enemigo siempre está. A veces afuera, otras veces dentro. En ocasiones se instala en nuestra propia cabeza y desde allí opera. Y muy de vez en cuando se escabulle por lugares insospechados, para pasar desapercibido, o al menos intentarlo. Pero por más que se disfrace, la diferencia queda a la vista, por más que lo intente, el tufillo defensor del asesinato se trasluce con cada palabra. Es imposible ocultar tu penumbra. Gerardo Begérez

viernes, 4 de julio de 2008

Crónicas de Pedro Lemebel



moluscas como uñas postizas, otra le aserruchaba los juanetes y callos, descamándole el piñén calcáreo de las patas. Porque usted mijita era como Cristo, que caminaba sobre el mar sin tocar el agua. Usted pochocha no era tan negra, era floja la cochinilla que le hacía asco al jabón y sólo sabía pintarse y se perfumaba encima de la mugre, decían las locas escobillando con cloro a la Lobita, que se fue poniendo rígida a medida que le depilaban las cejas y le encrespaban las pestañas con una cuchara caliente. Entonces, le sacaron la amarra de la cara para maquillarla, y felices se dieron cuenta que la presión del pañuelo en la barbilla le había cerrado la boca tan hermética como una cripta. Pero al tensarse el músculo facial, los labios apretados de la Loba comenzaron a dibujar la macabra risa post mortem. Ay no, gritó una de las locas, mi amiga no puede quedar así, con esa mueca de vampiro. Hay que hacer algo. Traigan toallas calientes para ablandarla. Casi hirviendo, total la pobrecita ya no siente. Pero al calor de los trapos el nervio maxilar se encrespó como un resorte y los labios de la Loba se entreabrieron en una carcajada siniestra. Parece que lo hace a propósito la chistosa, refunfuñó la Tora, una loca maciza que había sido luchador en su juventud. Déjenmela a mí. Y todas nos quedamos mudas porque cuando la Tora se enojaba era cosa seria. Sólo atinamos a sugerirle que lo hiciera con cariño. Fíjate niña que la Lobita es tan enclenque. No se preocupen, dijo la Tora bufando, a mí no me la va a ganar. Entonces la vimos desaparecer y volvió enfundada en su traje de lucha libre, con la capa escarlata y la máscara de diablo que le había valido el título de "Luzbel, la llama invencible". Luego la Tora dio unos cuantos saltos, hizo un par de tiburones y nos pidió que la aplaudiéramos. Y en medio de esa algarabía de plaza andaluza, la Tora se puso seria, cortó los gritos con un shit de silencio para concentrarse. No volaba una mosca cuando se arrodilló a los pies de la cama y se persignó ritualmente como lo hacía antes de iniciar el combate. Y de un brinco se encaramó sobre el cadáver agarrándolo a charchazos. Paf, paf, sonaban los bofetones de la Tora hasta dejarle la cara como puré de papas. Entonces, levantó su manaza, y con el pulgar y el índice le apretó fuerte los cachetes a la Loba hasta ponerle la boquita como un rosón silbando. Chúpese de muelas mijita, chúpese de muelas como la Marilyn Monroe le decía, dejándola con ese gesto por mucho rato.Casi una hora le tuvo los pómulos apretados con esa tenaza. Hasta que la carne volvió a tomar su fúnebre rigidez. Sólo entonces la soltó, y todas pudimos ver el maravilloso resultado de esa artesanía necrófila. Nos quedamos con el corazón en la mano, todas emocionadas mirando a la Loba con su trompita chupona tirándonos un beso. Habrá que taparle los moretones, dijo alguna sacando su polvera Angel Face. ¿Y para qué? Si el rosa pálido combina bien con el lila cerezo.

Propaganda Oficial (o la poética del optimismo)cubana

Por Pedro Lemebel
Del aeropuerto José Martí, que cumple con sencillez el arribo a Cuba, las carreteras del país nos llevan por una serpentina de emociones y expectativad tratando de mirar a través de los vidrios empañados del bus el anochecido paisaje habanero. En el camino casi no hay avisos publicitarios o los típicos luminosos que enmarcan las rutas que en otros países llevan del aeropuerto a la ciudad. En su reemplazo, los slogans de la revolución escriben el paisaje sombrío de la bienvenida, cuando los focos de los vehículos iluminan su alfabeto romántico y panfletero. "AQUÍ LOS NIÑOS BESAN Y LA GENTE SONRÍE". Frases, leídas con la distancia prejuiciada del visitante, arengan la conciencia política, como si en cada recodo, en cada sitio eriazo, en cada muro deslavado, una voz oficial tuviera que refrescar continuamente la memoria gallarda del proceso cubano."A PESAR DE TODO, Y POR TODOS SEGUIREMOS SIENDO LIBRES". Acompañando la llegada, los graffiti gubernamentales parecieran un empuje de optimismo que intenta levantar la moral de este país hecho leyenda en su porfía. "RESISTENCIA CON INTELIGENCIA Y CORAZÓN". La ciudad de La Habana parece dormir en medio del apagón de racionamiento, y lo único que resplandece al flashazo de las luces del bus, es el carteleo que machaca de versos y poemas la oscura llegada. "USTED ELIGE, CUBA LO SATISFACE". Es extraño, pero frente a esta cinta pobre que exagera el nacionalismo, se experimenta la sensación de acoso, leyendo y releyendo la enamorada política de su reiteración. "SOMOS ASÍ Y QUE". Elverde negruzco de la foresta se adivina en la calurosa resaca nocturna, las palmas y platanales recortan el cielo tropical, y en las murallas, los escritos bordan de aguante la jodida permanencia de un pueblo que eligió su destino."EL AMOR Y LA SOLIDARIDAD NO SE BLOQUEAN". En la carretera casi no hay autos, y los pocos que se ven parecen sacados de un film de Doris Day con Rock Hudson: largos Oldsmobiles, Alfa Romeos y Cadillacs, aparecen y desaparecen como fantasmas de una historia feliz, de una película de amor con luna y palmeras, narrada por los graffiti que acordonan el camino. "DESDE LAS CUADRAS CRECE UN PAÍS. A la rápida, en un pestañeo de viraje caminero, salta desde las sombras un verso de Martí, el poeta de la revolución. Con la misma rapidez viene otro de Nicolás Guillén, pero repiquetea majadero el siempre y nunca de la escritura oficial. "CUANTO HICE HASTA HOY Y HARÉ ES PARA ESO".Algunas luces nos acercan a esta mítica ciudad que pasó de cabaret yanqui a la metáfora latinoamericana de la izquierda. El chofer del bus habla poco, contesta con aburrimiento nuestras observaciones. Y no es por que no pueda hablar, está cansado de responder lo mismo a la ingenuidad turista que acarrea en su micro (que allá le llaman guagua). Él, un achocolatado habanero, tiene esa displicencia de llevar y traer ojos copuchentos a su isla, adivinando los recelos, cachando las sospechas y la doble intención del interrogatorio extranjero. Por eso sus respuestas son cortantes, simples y codificadas como la propaganda publicitaria que bordea la ruta. "SOY CUBANO, NO PUEDO SER DIFERENTE". Sería fácil calificar esta bienvenida de panfleto castrista, o de exagerado populismo naciuonal que intenta acallar con optimismo el bullado naufragio de la gesta cubana. Sería apresurado emitir juicios sobre el carteleo insistente que vocea los avances del proceso.Uno recién llega, con los ojos nublados por el ron y algún extraviado sueño. Uno es visita, y si quiere, puede leer más allá de las consignas. Con un poco de generosidad puede descubrir los materiales pobres usados en esta campaña. Materiales que en chile ocupa la Brigada Chacón. Materiales artesanales que jamás usarían las grandes propagandas del mercado. Papel craff, papeles de envolver, de ese color café que e usó en los panfletos y publicaciones antidictadura. Estos de acá son carteles escritos a mano, con el agregado cursi de la florcita en el punto de la "i". Frases coloridas, rematadas con un corazón en vez del punto final. Letras dispares, que en su caligrafía apresurada, bailan una danza de palabras, como si fueran carteles escolares de alguna recordada kermesse o baile de máscaras. "A FIDEL NO LO DEJAMOS SOLO". En cada muro, en cada calle, la oratoria política del esfuerzo, mantiene la utopía a puro pulso, con las patas y el buche, con algo de irrenunciable ilusión los carteles desfilan y pasan a morir en nuestras espaldas. Sus vocales de carnaval revolucionario, se despegan un momento del cartel y quedan grabadas campaneando la ardiente sombra de la noche cubana...y luego, regresan al muro, al rayado antidepresivo de la propaganda. "LA DIGNIDAD DE MIRAR LIBRES". En el aire se escucha un canto de rumba y sus notas dibujan la ciudad de La Habana que se abre como ua caja de música, como una concha antigua que reparte generosa los encajes negros de su sentimental son.Del libro "Cartas de amor a La Habana"

El malentendido del unicornio


Por Pedro LemebelDe "Zanjón de la aguada", Seix Barral.Fuente: Diario Clarín, Buenos Aires, 16/11/02Y por entonces, todos queríamos salir de Chile, respirar aire fresco más allá de las fronteras alambradas que tenía este suelo por esos mortíferos años ochenta. Aunque fuera la Argentina la hermana nación que venía despertando de la dictadura y acogía a sus vecinos patipelados arrancando del fascismo. Y esos perejiles temblorosos éramos nosotros, algunas locas chilenas, que al cruzar la cordillera, gritábamos en el bus el incansable: "Y va a caer", con lágrimas en los ojos y una vocecita de opereta izquierdilla. El destino final era Buenos Aires, la gran metrópolis porteña, la enorme capital que nos esperaba al cruzar la pampa, y nos abría el mundo recibiéndonos con sus grandes cartelones de espectáculos donde brillaban las estrellas del cancionero latinoamericano censuradas en el Chile milico. Por la ventanila del pullman pasaban los nombres de Mercedes Sosa, León Gieco, Chico Buarque, Zitarrosa, y pronto, por primera vez en la República Argentina, directamente desde Cuba, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez anunciados a todo gas por la prensa bonaerense. Ay Silvio, le susurré en secreto a la amiga marica que me acompañaba en ese tour de libertad trasandina. ¿Será tierno como sus canciones?, pensé en voz alta. No nos podemos perder esta ocasión de verlo cantar en vivo, me contestó la loca con los ojos entornados, evocando el repertorio del cantante que corría en casetes piratas, de mano en mano por las peñas clandestinas en el Santiago nazi de los setenta. Ay Silvio, suspiró a coro conmigo, pensando en todos los unicornios azules, más bien en todos los chicos celestes que se le habían escapado a su garra marica. ¿Quién será el unicornio de Silvio?, le preguntó al viento, embriagada por el recuerdo de la canción. Pregúntaselo a él pos niña, le contesté al descuido, mirando la ciudad de Buenos Aires que pasaba altanera con su garbo europeo por la ventana del bus. ¿Y será muy difícil llegar hasta él?, porque aquí es la súper estrella. Ni tanto le dije. Hay que averiguarse el hotel donde está y pedirle una entrevista. Acuérdate que somos chilenos, y Silvio ha sido tan solidario con nosotros, no puede negarse, sería una contradicción ideológica del cantor guerrillero. ¿No crees tú?Y así fue, tan fácil como llamarlo y concertar una cita en el hall del hotel mediopelo donde se hospedaba, donde había tantas chicas argentinas de izquierda que querían ser su "mujer con sombrero", tantas nenas rubias, alborotadas en sus faldas hiposas y pañuelitos hindúes amarrados al cuello, tantas como chilenos que lo esperaban a la salida del ascensor, conteniendo la respiración, probando las grabadoras, atorados por ver de cerca al cantautor cubano. Y mientras esperábamos en ese tumulto nervioso a la estrella, pasó por nuestro lado Pablo Milanés, tan lindo, tan sencillo, tan accesible, pero nadie le dio pelotas hipnotizados en la puerta donde iba a aparecer Silvio. Y Pablito intercambió algunas palabras con nosotros, y me dejó un cálido beso con olor a copete en mi mejilla. Cuando apareció Silvio, todos se abalanzaron en tropel sobre la figura, y él, con mucha calma nos invitó a sentarnos en el vestíbulo y procedió a contestar las preguntas sobre el canto político, el destino de la utopía y todos los clises que atragantaban la ansiosa pregunta y respuesta del encuentro. Está un poco pelado, le dije a mi amiga atontada por su presencia. Pero igual es lindo, me contestó, tímidamente achunchada por la seguridad y el tono macho del cantante. Ya pos, hácele la pregunta del unicornio, le insistí para callarlo. Y la loca, roja de vergüenza, me hizo callar con un shit de represión. Entonces, como siempre, tuve que aumir la típica pregunta sobre la homosexualidad y la izquierda. Silvio, le dije con mi voz afectada que llamo la atención de los presentes. Mi amigo y yo somos chilenos que admiramos tu poesía, y en Chile nosotros los homosexuales hemos hecho nuestra la canción del Unicornio Azul, pensando que se refiere a un amor perdido e imposible. (Pausa para arreglarme el pelo). También quiero aprovechar la ocasión para preguntarte qué piensas tú sobre la homosexualidad y la revolución ¿Me podrías contestar estas preguntas por favor? Muchas gracias. Creo que en ese momento alguien abrió la puerta porque se coló una ráfaga de viento frío que congeló la escena. La cara del cantante se puso azul como el unicornio y una cortina de rabia alteró la mueca amable de su sonrisa. Mira, me dijo. Lamento mucho que tú y tu amigo piensen eso. Pero más lamento esta confusión de temas porque la historia de esa canción corresponde a un padre que perdió a su hijo en la guerrilla nicaragüense. Además, a ustedes les debe quedar claro, que sobre el tema de la homosexualidad hemos sido muy precisos. Con la revolución todo, sin la revolución nada. Y nos dejó mudas a mi amiga y a mí, que sentimos como, de un plumazo, Silvio nos había arrebatado nuestro rosado unicornio. Después, cuando insistimos con la canción "¿Te molesta mi amor?", fue demasiado y el cantante optó seriamente por la indiferencia y no tomarnos más en cuenta. Tiene razón, le dije a mi amiga tratando de consolarla cuando salimos del hotel y nos envolvió la zalagarda de fans que gritaban: "Silvio amigo, el pueblo está contigo". Tal vez tenga razón, me contestó con un dejo de tristeza, pero pudo ser más amable, casi nos ladró y nosotros no queríamos molestarlo.A pesar de este bochorno, fuimos a su recital y aplaudimos como yeguas cada canción, especificamente la interpretación solitaria de su pianista que era una joya de músico. Pero Silvio se sintió incómodo viendo que el pianista se estaba arrancando con los tarros robándose el show, y lo interrumpió con los sones del unicornio azul. Ahí, mi amiga y yo nos miramos, y como de un acuerdo abandonamos el estadio, pensando que ése ya no era nuestro tema, que mejor íbamos a tratar de encontrar el unicornio perdido en los baños públicos y parques de la ciudad, donde no nos alcanzara la mirada rabiosa de Silvio, ni su aparatosa militancia que quizás nunca lo dejó jugar.




Por Pedro Lemebel..... Ocurrió en un sencillo país colgado de la cordillera, con un balcón con vista al ancho mar. Un país dibujado como una hilacha en el mapa, como una aletargada culebra de sal, que despertó un día con una matraca en la frente, escuchando bandos gangosos que repetían: "Todos los ciudadanos deben guardarse temprano al toque de queda y no exponerse a la mansalva terrorista". Sucedió los primeros meses después del once, en los jolgorios victoriosos del aletazo golpista, cuando los vencidos andaban huyendo y ocultando gente y llevando gente y salvando gente. A una cabeza uniformada se le ocurrió organizar una campaña de donativos para ayudar al gobierno. La idea, seguramente, copiada de "Lo que el viento se llevó" o de algún panfleto fascista, convocaba al pueblo a recuperar las arcas fiscales colaborando con joyas para reconstruir el patrimonio nacional, arrasado por la "farra upelienta", decían las damas rubias en sus té-canastas, organizando rifas y kermeses para ayudar a Augusto, para sacarlo adelante en su heroica gestión. Para demostrarle al mundo entero que el golpe sólo había sido una palmada eléctrica en la nalga de un niño mañoso. El resto eran calumnias del marxismo internacional, que envidiaban a Augusto y a los miembros de la junta, porque supieron ponerse los pantalones y terminar de un guaracazo con esa orgía de rotos. Por eso, si usted apoyó el pronunciamiento militar, vaya pronunciándose con algo, vaya poniéndose con un anillito, con un collar, lo que sea. Vaya donando un prendedor o la alhaja de su abuela, decía la Mimí Barrenechea, la emperifollada esposa de un almirante, la promotora más entusiasta con la campaña de regalos en oro y platino que recibía en el Palacio de Bellas Artes, en la gala organizada por las damas de celeste, verde y rosa que corrían como gallinas cluecas recibiendo los obsequios. A cambio, el gobierno militar entregaba una piocha de lata, fabricada en la Casa de Moneda, por la histórica cooperación. Porque con el gasto de tropas y balas, para recuperar la libertad, el país se quedó en la ruina, agregaba la Mimí para convencer a las mujeres ricachas que entregaban sus argollas matrimoniales a cambio de un anillo de cobre, de Chuquicamata, que en poco tiempo les dejaba el dedo verde como un mohoso recuerdo de su patriota generosidad...... En aquella gala estaba toda la prensa, aunque sólo bastaba con "El Mercurio" y Televisión Nacional mostrando a los famosos que hacían cola para entregar el collar de brillantes que la familia guardó por generaciones como cáliz sagrado, le herencia patrimonial que la Mimí Barrenechea recibía emocionada, diciéndoles a sus amigas aristócratas: "Esto es hacer patria, chiquillas". Les gritaba eufórica a las mismas veterrugas de pelo ceniza que la habían acompañado a tocar cacerolas frente a los regimientos, las mismas que la ayudaban en los cócteles de la Escuela Militar, en el Club de la Unión o en la misma casa de la Mimí, juntando la millonaria limosna para el ejército. Por eso, por aquí Consuelo, por acá Pía Ignacia, repiqueteaba la señora Barrenechea llenando las canastillas timbradas con el escudo nacional, y a su paso simpático y paltón caían las zarandajas de oro, platino, rubíes y esmeraldas. Con su conocido humor encopetado pero dicharachero, imitaba a Eva Perón arrancando las joyas de los cuellos de aquellas amigas que no las querían soltar. Ay, Pochy, ¿no te gustó el pronunciamiento? ¿No aplaudías tomando champán el once? Entonces venga para acá ese anillito que a ti se te ve como una verruga en el dedo artrítico. Venga ese collar de perlas, querida, ese mismo que escondes bajo la blusa, Pelusa Larraín, entrégalo a la causa...... Entonces, la Pelusa Larraín picada, tocándose el desnudo cuello, que había perdido el collar finísimo que le gustaba tanto, le contestó a la Mimí: Y tú linda, ¿con qué te vas a poner? La Mimí la miró, descolocada viendo que todos los ojos estaban fijos en ella. Ay, Pelu, es que en el apuro por sacar adelante esta campaña, ¿me vas a creer que se me había olvidado? Entonces da el ejemplo con este valioso prendedor de zafiros, le dijo la Pelusa, arrancándoselo del escote. Recuerda que la caridad empieza por casa. Y la Mimí Barrenechea vio con horror chispear su enorme zafiro azul, regalo de su abuelita porque hacía juego con sus ojos. Lo vio caer en la canasta de donativos y hasta ahí le duró el ánimo de su voluntarioso nacionalismo. Cayó en depresión, viendo alejarse la cesta con las alhajas, preguntándose por primera vez, ¿qué harán con tantas joyas? ¿A nombre de quien está la cuenta en el banco? ¿Cuándo y dónde sería el remate para rescatar su zafiro? Pero ni siquiera su marido almirante pudo responderle. La miró con dureza, preguntándole si acaso tenía dudas del honor del ejército. El caso fue que la Mimí se quedó con sus dudas, porque nunca hubo cuenta ni cuánto se recaudó en aquella enjoyada colecta de la Reconstrucción Nacional...... Años más tarde, su marido la llevó a Washington por razones de trabajo y fueron invitados a la recepción en la embajada chilena por la recién nombrada embajadora del gobierno militar ante la OEA...... La Mimí, de traje largo y guantes, entró del brazo de su almirante al gran salón lleno de uniformes que relampagueaban con medallas y flecos dorados y condecoraciones tintineando como árboles de Pascua. Entre todo ese brillo de galardones y perchas de oro, lo único que vio fue un relámpago azul en el cogote de la embajadora. Y se quedó tiesa en la escalera de mármol, tironeada por su marido que le decía entre dientes, sonriendo, en voz baja, ¿qué te pasa, tonta? Camina que todos nos están mirando. Mi-za, mi-zafí, mi-zafifi, decía la Mimí tartamuda, mirando el cuello de la embajadora que se acercaba sonriendo a darles la bienvenida. Reacciona, estúpida, qué te pasa, le murmuraba su marido, pellizcándola para que saludara a esa mujer que se veía gloriosa vestida de raso azulino con la diadema temblándole al pescuezo. Mi-za, mi-zafí, mi-zafifi, repetía la Mimí a punto de desmayarse. ¿Qué cosa?, preguntó la embajadora sin entender el balbuceo angustiado de la Mimí, hipnotizada por el brillo de la joya. Es su prendedor, que a mi mujer la ha gustado mucho, le contestó el almirante sacando a la Mimí del apuro. Ah, sí, es precioso, es un obsequio del comandante en jefe que tiene tan buen gusto. Me lo regaló con el dolor de su alma porque es un recuerdo de familia, dijo emocionada la diplomática antes de seguir saludando a los invitados...... La Mimí Barrenechea nunca pudo reponerse de ese shock. Esa noche se lo tomó todo, hasta los conchos de las copas que recogían los mozos. Y su marido, avergonzado, se la tuvo que llevar a la rastra, porque para la Mimí era necesario embriagarse para resistir el dolor. Era urgente curarse como una rota para morderse la lengua y no decir ni una palabra, no hacer ningún comentario, mientras veía -nublados por el alcohol- los resplandores de su perdida joya multiplicando los fulgores del golpeFuente: Revista Punto Final, 2 de enero de 1998



Pedro Lemebel
.......... Nace en Santiago a mediados de la década del ´50..Pedro Lemebel es escritor, artista visual y cronista, y cada fase (o actuación) de su identidad creadora (o performativa) está trazada sobre el paisaje de la cultura chilena de la resistencia desde una distinta transformación vital suya. Como Pedro Mardones (su nombre paterno) había obtenido el primer premio del Concurso nacional de cuento Javier Carrera en 1982, y su primer libro de relatos, Los incontables, es de 1986. En una entrevista, ha reconstruído esa primera transformación: "El Lemebel es un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti (1997).
.......... La transitoriedad del género como protocolo discursivo subrayará, como un flujo de investigación poética, la otra escena, la del género como sexualidad transgenérica, fluída y antiprotocolar. En efecto, en los años 80, cuando la literatura había sido marginalizada por los aparatos de la dictadura (un período que según Carmen Berenguer hace volver a la palabra oral, al recital, a los nuevos recintos de una comunicación posible), Pedro Lemebel y Francisco Casas fundan el colectivo de arte "Yeguas del Apocalipsis" (1987). En una actividad que fue a la vez paródica y sediciosa, estos escritores convertidos en actores de su propio texto, en agentes de una textualidad en devenir (ni dada ni por hacerse, pura transición burlesca), desencadenaron desde los márgenes (desde la homosexualidad pero también desde el bochorno irreverente) una interrupción de los discursos institucionales, un breve escándalo público en el umbral de la política y las artes de lo nuevo. Su trabajo cruzó la performance, el travestismo, la fotografía, el video y la instalación; pero también los reclamos de la memoria, los derechos humanos y la sexualidad, asi como la demanda de un lugar en el diálogo por la democracia. "Quizás esa primera experimentación con la plástica, la acción de arte...fue decisiva en la mudanza del cuento a la crónica. Es posible que esa exposición corporal en un marco político fuera evaporando la receta genérica del cuento...el intemporal cuento se hizo urgencia crónica...," recuenta Lemebel. Entre 1987 y 1995, "Yeguas del Apocalipsis" realizaron por lo menos quince eventos públicos. Ese último año, Lemebel publica su primer libro de crónicas, La esquina es mi corazón.
.......... Esta nueva transformación del artista/escritor no será, sin embargo, un mero proceso de alguien en busca de su mejor expresión o su voz más personal. Esa mitología lírica no se aviene con el caso de una figura hecha en cada instancia de su actuación tanto por su medio como por su público. Lemebel ha radicalizado la "metamorfosis" del artista romántico en el "travestismo" de identidades del artista postmoderno. Por lo mismo, no nos extraña ya que el deslumbrante barroquismo del hombre de la esquina roja (el paseante de paseo escandilazado) se transfigure, en su siguiente libro, Loco afán, Crónicas del Sidario (1996), en un relato ensayístico crítico y festivo, entre la anotación de filósofo volteriano (Pedro por su casa) y el humor carnavalesco que no deja piedra sobre piedra (Pedro desfundante). En ese proceso performativo de la escritura intersticial (hecha entre géneros, entre medios, entre públicos) las crónicas más recientes de Lemebel están dictadas por el tiempo y la voz suscintas de la radio (tiene a su cargo el programa de crónicas "Cancionero" en Radio Tierra).
.......... Lo más patente es el caracter postmoderno del quehacer (o quedeshacer) de Pedro Lemebel, empezando por su radical cuestionamiento de la sociedad neoliberal, donde se reproduce una ideología represiva; y siguiendo con su práctica desbasadora de los dualismos estructurantes de la normalidad excluyente. Pero lo más original de su trabajo está en la vehemencia de su ejercicio de la diferencia. Esto es, en su formidable capacidad y talento para generar la hibridez. Quizá el travestismo que baraja identidades operativas, el carnaval que canjea escenarios equivalentes, los géneros que se ceden la palabra gozosa, la performance que es una ocupación de espacios monológicos y la sexualidad espectacular que no se ahorra ninguno de sus nombres, se configuran en esa hibridez, que es el eje de la escritura misma. Un escritura de registro tan metafórico como literal, tan hiperbólico como social, y cuya fusión (o fruición) es de una aguda poética emotiva. Guadalupe Santa Cruz ha dicho que Lemebel escribe con "la espléndida tinta de la mala leche." Escribe con desamparada ternura; o sea, con minuciosa ferocidad.
.......... Lo notorio de esta escritura es el barroquismo. O su variante lúdica, que Severo Sarduy llamaba, con autoironía, lo pompeyano. Porque se trata aquí no de un barroco de la proliferación de lo inmanente, donde el objeto es generador de la abundancia; sino de una gestualidad barroquizante, cuya traza viene y va de la oralidad. El barroco es, por ello, la forma elocuente del coloquio, como si la realidad sólo pudiese ser comunicada en su reelaboración, ligeramente absurda o cómica, vista con la distancia irónica que merecen los espectáculos de íntima discordia. Aunque Lemebel ha dicho que detesta a los profesores de filosofía ("Me cargaba su postura doctrinaria sobre el saber, sobre los rotos, los indios, los pobres, las locas"), la conversación a que nos concita no está exenta del filosofar de la época, hecho desde las afueras, en los límites institucionales; en ese "borde con encaje," que reconoce como la cornisa de su arte.
.......... Foucault anota en su Historia de la sexualidad que un interlocutor le protesta a Sócrates traer a la conversación ejemplos extremos. Aún más extremado, Lemebel podría haberle provisto a Foucault de mejores ejemplos sobre la indiferenciación genérica, que ya entretuvo a Lezama Lima en su Paradiso a propósito de la androginia original platónica. Ejemplos que, en el barroquismo reflexivo y el sincretismo oral del chileno, desafían a la taxonomía sexual; ya que en estas crónicas des-urbanizadoras se nos habla de locas, colizas, maricas, maricones, homosexuales, transgenéricos, travestis, pero todos ellos/ellas son equivalentes en la nomenclatura "gay," la que rehúsa la normatividad modernamente impuesta como diferenciación sexual.
.......... Pero lejos de cualquier complacencia en la generalización de las diferencias (que las convierte en mera acusación, por ejemplo, en las por otra parte estremecedoras memorias póstumas de Reinaldo Arenas), Lemebel desarrolla en su barroquismo de sobretono popular una certera resistencia al rigor taxonómico, que así como cartografía el espacio de la sexualidad, busca imponer un lenguaje de la contabilidad. En la crónica chilena del fin de siglo, este filósofo natural nos dice que las estadísticas son otro lenguaje de la burguesía modélica, del capitalismo como programa único y del triunfalismo economicista. Ese discurso es una ocupación y un vaciado del futuro; o sea, una negación de los más jóvenes, de los muchachos pobres que recorren la esquina: "Herencia neoliberal o futuro despegue capitalista en la economía de esta "demosgracia." Un futuro inalcanzable para estos chicos...Por cierto irrecuperables, por cierto hacinados en el lumperío crepuscular del modernismo... Oscurecidos para violar, robar, colgar si ya no se tiene nada que perder y cualquier día lo encontrarán con el costillar al aire... Nublado futuro para estos chicos expuestos al crimen, como desecho sudamericano que no alcanzó a tener un pasar digno. Irremediablemente perdidos en el itinerario apocalíptico..."("La esquina es mi corazón").
.......... Por eso, en "Censo y conquista" Lemebel propone una subversión popular no contra el poder establecido sino contra su funcionalismo mecánico, el censo. Escribe: "Hay que ponerse la peor ropa, conseguir tres guaguas lloronas y envolverse en un abanico de moscas como rompefilas, para evitar los trámites del sufragio."
.......... Como siempre, el fluir cotidiano se le torna hipérbole, espectáculo, apocalipsis, en un proceso de inducciones (lógica socrática y sobremesa metódica): "De esta manera, las minorías hacen visible su tráfica existencia, burlando la enumeración piadosa de las faltas. Los listados de necesidades que el empadronamiento despliega a lo largo de Chile, como serpiente computacional que deglute los índices económicos de la población, para procesarlos de acuerdo a los enjuagues políticos... Una radiografía del intestino flaco chileno expuesta a su mejor perfil neoliberal, como ortopedia de desarrollo. Un boceto social que no se traduce en sus hilados más finos, que traza rasante las líneas gruesas del cálculo sobre los bajos fondos que las sustentan, de las imbricaciones clandestinas que van alterando el proyecto determinante de la democracia."
.......... La crítica, por lo tanto, se sostiene en la puesta en duda que reinicia una práctica popular de resistencias. La matemática de la marginalidad, nos dice el cronista, no sirve a la pobreza, sino todo lo contrario. Y de esa premisa, como si leyera en el texto natural de su tiempo permanentemente travestido, concluye con una pragmática latinoamericanista, de remoto origen nietzcheano y cierta entonación deleuziana: "Acaso herencia prehispánica que aflora en los bordes excedentes, como estrategias de contención frente al recolonizaje por la ficha. Acaso micropolíticas de sobrevivencia que trabajan con el subtexto de sus vidas, escamoteando los mecanismos del control ciudadano. Un desdoblaje que le sonríe a la cámara del censo y lo despide en la puerta de tablas con la parodia educada de la mueca, con un hasta luego de traición que se multiplica en ceros a la izquierda, como prelenguaje tribal que clausura hermético el sello de la inobediencia."
.......... En verdad, si el mundo incaico fue burocrático y decimal, el mapuche no fue ni federal ni frentista, para evitar que el estado le exigiera reciclarse y no demorar más la modernidad; por añadidura, y aunque nuestros países están llenos de conservadores que no tienen nada que conservar, el mercado como espacio de libertad se torna irrisorio para quienes no tienen nada que vender o comprar. Y, en fin, las estadísticas demuestran con sus promedios que en el papel siempre somos menos pobres de lo que en realidad somos. De cualquier modo, quizás los pueblos marginales (los flujos de migrantes, de excluídos, de jóvenes expulsados del sistema) sean ya indocumentables, apenas un cálculo proyectivo entre los que nacen y los que mueren, esa contabilidad del mapa neoliberal.
.......... Así, como si fuera ya tarde para las taxonomías y los censos, Lemebel acude al barroquismo en un gesto característicamente latinoamericano: la cultura de la resistencia responde no con la economía de la nominación puritana sino con el exceso de la renominación metafórica; no con la simetría apolínea de la forma armónica, sino con la hibridez informalista y el "salto por el ojo de la aguja" (propuesto por Vallejo, retomado por Lemebel). Responde también con el sobredecorado, el rizado, la voluta. Pero no solamente resiste y responde, también reapropia con apetito y crea con hambre. Como el último "filósofo autodidacta" (que en la carencia humana aprende a leer la escritura de su tiempo, asi como el viejo filósofo aprendía a leer en la naturaleza la escritura divina), Pedro Lemebel nos enseña a reconocer también la fuerza de esas reapropiaciones y de esas hambres. Desde ellas, piensa el presente como un proceso irresuelto, hecho en las restas de la violencia pero así mismo en las sumas de la pasión.
.......... Todavía en su última transformación, Pedro Lemebel se nos aparece convertido ahora en cronista anti-criollista (porque el criollismo latinoamericano es una apoteosis del lugar común, una representación complaciente y acrítica, que en Chile y en Perú lo asume ahora el entretenimiento televisivo). Y ha sido aún más explícito al descartar los teletones populacheros entregados a preparar el hot-dog o la empanada más grandes del mundo con el propósito deportivo de ingresar al disparate de los récords, el Guinness. Con el mismo espíritu crítico con que refuta el censo, rebate ahora la competencia nacionalista del super-sandwich como metáfora de un Chile del primer mundo. Como Carlos Monsiváis, que en los tiempos del gobierno de Carlos Salinas denunció los costos de la retórica primermundista para un país que se precipitaba, más bien, en las evidencias; Pedro Lemebel fustiga directamente la implicancia política de esta patética apuesta triunfalista. Escribe: "Había que demostrar el "milagro económico" chileno en las veinte mil piruetas del Libro de Guinnes. El despertar de un país que se levanta con orgullo de garrapata triunfal y que dejó atrás al Tercer Mundo. Una fonda del extremo sur que renovó su escabeche tricolor por el pollo rost beef y las hamburguesas sintéticas de los mall, pub, shopping, donde se remata el hambre consumista. Una hilacha de país que mira sobre el hombro a sus vecinos pobres. La Meca dollar del continente que habla de tú a tú con el Mercado Común Europeo. El ejemplo neoliberal para los indios piojosos de Latinoamérica... Por eso se hizo el "completo" más largo, que medía veinte kilómteros de tula alemana por la carretera. Casi de mar a cordillera, el hot-dog gigante dividió al país entre chucrut y ketchup. Y se necesitaron tantos huevos para la mayonesa, que se llevaron camionadas de gallinas a Investigaciones donde las picanearon con electricidad para que pusieran más rápido..."
.......... "Para no ser menos, otra aldea famosa por los dulces empolvados se inscribió con un alfajor monumental donde se ocupó todo el azúcar que necesita una población para endulzar su mísero desayuno de un mes... "
.......... "Para justificar los aires fanfarrones de estas competencias, se dice que la venta del producto va en ayuda de alguna Teletón, un hogar de huérfanos, algún asilo de ancianos, que reciben las cuatro chauchas de esta limosna publicitaria. Todo se va vendiendo, trozado, repartido y consumido por el apetito grosero que proclama su eructo populista de amor a la patria." ("Un país de récords," en Punto final, Santiago, octubre de 1997).
.......... Pero cito esta crónica en extenso para ilustrar no sólo la vehemencia satírica sino algo más importante del trabajo del autor: la disputa por el lugar de la cultura popular. En efecto, esas ceremonias de pantagruelismo municipal, que en los Estados Unidos son una práctica semirural regionalista (las ferias compiten por el cerdo de más peso, el zapallo más gigantesco, etc.), parecen más bien una manipulación mediática de la cultura de la plaza pública; y el derroche que exhiben resulta un ritual no sólo dispendioso sino vacío. Reveladoramente, el cronista acera su sarcasmo porque ya no se trata solamente del espectáculo y la trashumancia; se trata ahora del espacio de la cultura popular, de por sí marginalizado, de pronto ocupado por estas ceremonias de contrasentido.
.......... No es casual, entonces, que esta crónica chilena apuntale una economía simbólica de la preservación cultural (que asegura la función nutritiva de la memoria popular) y de la comunicación horizontal (que gesta el diálogo democratizador de la plaza pública, de su versión callejera). Tampoco es casual que coincida en ello con gestos paralelos de Carlos Monsiváis y Edgardo Rodriguez Juliá, los otros grandes cronistas de la postmodernidad latinoamericana, que Jean Franco sumó, con justicia, a Lemebel, el tercio incluído de este triunvirato de elocuencia y bravura.
.......... Estas puestas en duda de las clasificaciones de la estadística y del gigantismo banal de la competencia, son más que simples críticas al archivo estatal y su programa; son verdaderas disputas por la construcción de la objetividad. Su valor político está situado en lo cotidiano específico, su valor cultural afirmado en el espacio abierto de la plaza pública, su persuasión moral planteada como transparencia crítica. Estas adhesiones y pertenencias vienen de lejos, reverberan en estos gestos ligeramente pintureros, y siguen de largo en pos del lector.
.......... Dicho de otro modo, Pedro Lemebel es un escritor que, extraordinariamente, dice lo que piensa.
.......... Dice más, claro, porque la marginalidad herida aduce también lo suyo en estas crónicas de desamor. Su segundo libro, Loco afán, Crónicas de Sidario (1996) es aún más inquisitivo, y si bien abandona el barroquismo preciosista del epíteto y la hipérbole, gana en inmediatez y familiaridad. Se trata, ahora, de la urgencia del deseo (que construye una vida alterna a la normatividad) y de la muerte por sida (que borra la inmunidad como si tachara al lenguaje mismo). Entre el espectáculo del deseo y la ceremonia de la muerte, buena parte de estas crónicas registran la lucha por sostener el lugar desde donde tanto el placer como la agonía puedan ser vistos de frente, procesados por un diálogo afectivo y maduro. Pero si ello forma parte de la estrategia proposicional de la crónica (donde el agente del relato convoca otra temporalidad, hecha en la duración del espectáculo), lo que no podríamos prever es el humor con que el cronista sería capaz de rizarle el rizo a la Parca.
.......... Así, en esta apoteosis del deseo (de "loco afán") emergen dos otros rasgos de la escritura de Lemebel: primero, su capacidad para el grotesco; y, segundo, su búsqueda de un exceso expresivo, capaz de exorcisar la densidad semántica y privilegiar el acuerdo elemental sobre los hechos. Como Luis Rafael Sánchez, Lemebel hace del grotesco una "épica descalza," es decir, una lírica con calle. Como en la prosa porosa del puertorriqueño, varias hablas orales se interpolan en la crónica del chileno: el eros tiene esa vehemencia de voces henchidas, escanciadas y silabeadas, que cruzan en voz alta su arrebato tenso, su juego retórico y tentativo. Ese juego demanda el exceso, fractura la mesura, arriesga los límites. Recorriendo, así, lo patético pero también lo cómico, el lenguaje abre lo público en lo privado, y viceversa; porque la crónica es el género de los entrecruzamientos (analogías de lo diferente), de la hibridez (antítesis de lo semejante), de la mezcla (travestismo de lo uno en lo otro). Contra la normatividad burguesa que territorializa los espacios cerrados contra los abiertos, los privados fuera de los públicos, la apoteosis lemebeliana es carnavalesca (rebajadora), relativista (escéptica) y celebratoria (religadora).
.......... En "Los mil nombres de María Camaleón" (un nombre de por sí emblemático del poeta de los mil colores y ninguno), leemos lo siguiente: "Así, el asunto de los nombres, no se arregla solamente con el femenino de Carlos; existe una gran alegoría barroca que empluma, enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza o castiga la identidad a través del sobrenombre. Toda una narrativa popular del loquerío que elige seudónimos en el firmamento estelar del cine. "
.......... Y luego: "En fin, para todo existe una metáfora que ridiculiza embelleciendo la falla, la hace propia, única."
.......... Todo lo cual sugiere que el nombre multiplicado dirime en el cuerpo del lenguaje la probibición del cuerpo transgresivo: contra la reducción del habla que lo condena, sanciona, persigue y victimiza, este derroche nominal transfiere este cuerpo a la zona acrecentada de significación permutante, donde la identidad es una máscara y el sujeto una mascarada. Las palabras que sobredicen le dan una ruta sustitutiva, no sólo compensatoria, donde hasta lo grotesco es decorado y mejorado. La cultura del margen se acrece en ese trabajo restitutivo.
.......... Otra crónica, "El último beso de Loba Lamar" narra la muerte de una loca sidosa, y para alarma del lector se trata de una de las muertes más comicas de la literatura más trágica. Las amigas peleando con el rigor mortis para que la cara de la difunta venza a la muerte con el gesto de un beso, suma el grotesco, el exceso y la comedia. Esto es, el barroquismo festivo de Pedro Lemebel renombra a la muerte desde el eros nomádico.

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1. Pedro Lemebel ganó el primer premio de cuento en el Concurso nacional Javier Carrera (1982). Sus relatos aparecieron en Incontables (Santiago, Editorial Ergo Sum, 1986). En 1992 dictó el seminario "Eva dice a Adán" en la Universidad Católica de Valparaíso. En 1992 publicó crónicas en Página abierta y al año siguiente fue editor de esa revista. Hizo la presentación de Carlos Monsiváis en el Seminario Utopías que tuvo lugar en Santiago en 1993. Partició del Festival Cultural Stonewall, Nueva York, en 1994. Este mismo año empezó a publicar crónicas en el diario La Nación. Participa de la Escuela de Verano de la Universidad de Concepción en 1996, y dicta el seminario sobre Crónica urbana de la Universidad Playa Ancha de Valparaíso. También ese año colabora en la revista Lamda, empieza su programa radical Cancionero en Radio Tierra, dicta un taller de crónica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile y recibe la beca Fondart para el proyecto del libro de crónicas "De perlas y cicatrices." Participa del seminario "Crossing and Sexual Borders," en New York University (1996). Al año siguiente viaja a La Habana para intervenir en la Biena de Arte. Desde el 98 es cronista de la revista Punto Final. Aparecen las primeras traducciones de sus crónicas al inglés en las revistas Grand Street y Nacla Report. Sus libros de crónicas son La esquina de mi corazón , Crónica urbana (Santiago, Editorial Cuarto Propio, 1995; 2da. ed. 1977), Loco afán, Crónicas de Sidario (Santiago, Editorial LOM, 1996; 2da. ed. 1997), y De perlas y cicatrices (LOM, 1998).2. Fernando Blanco y Juan G. Gelpí, "El desliz que desafía otros recorridos. Entrevista con Pedro Lemebel," en Nómada (Puerto Rico, Nº. 3, 1997, pp. 93-98).Véase también la crónica de Carolina Rubino, "las últimas locas del fin del mundo," en Hoy (Santiago, Nº. 736, 26 ago.-1 sep., 1991.3. La cronología de obras de "Yeguas del Apocalipsis" es la siguiente: "Refundación Universidad de Chile," intervención, Facultad de Arte, Universidad de Chile (1988); "Tiananmen," performance, Sala de Arte "Garage Matucana," Santiago (1989); "¿De qué se ríe Presidente?", intervención en espacio publico (proclamación presidencial, Sala Carlos Cariola, Santiago, 1989); "La conquista de América," instalación y performance, baile nacional descalzo en mapa y vidrios, Comisión Chilena de Derechos Humanos, Santiago (1989); "Lo que el sida se llevó," instalación, fotografía y performance, Instituto Chileno-francés de Cultura (1989); "Estrellada," intervención de espacio público, zona de prostitución, calle San Camilo, Santiago (1989); "Suda América," instalación y performance en la Obra Gruesa del Hospital del Trabajador, Proyecto de salud pública del gobierno de Salvador Allende, Santiago (1989); "Cuerpos contingentes," performance y exposición colectiva, Galeria de Arte CESOC, Santiago (1990); "Las dos Fridas," Instalación performance, Galería Bucci, Santiago (1990); "Museo abierto," exposición colectiva, instalación y performance, Museo Nacional de Bellas Artes (1990); "De la nostalgia," instalación y performance, Cine Arte Normandí, Santiago (1991); "Homenaje por Sebastián Acevedo," instalación, video y performance, Facultad de Periodismo, Universidad de Concepción (1993); "Tu dolor dice minado," instalación, video y performance, Facultad de Periodismo, Universidad de Chile (1993); "La mirada oculta," exposición colectiva, fotografía, Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de Chile, Santiago (1994); "N.N.", instalación y video, Universidad de Talca (1995); "Yeguas del Apocalipsis," Bienal de la Habana (mayo, 1997). Gloria Camiragua filmó un video con las Yeguas luego de que fueran expulsadas de la muestra colectiva del Museo Nacional de Bellas Artes por el propio director, el pintor Nemesio Antúnez (1992). Sobre "Las dos Fridas" hay referencias en el ensayo de Jean Franco "Género y sexo en la transición hacia la modernidad," en Nomadías (Universidad de Chile, Programa Género y Cultura en América Latina, No.1, 1996); y un análisis de Nelly Richard, "Género, valores y diferencia(s)," en su libro Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición), 1998. Guadalupe Santa Cruz habló de "La Santiago Travesti" a propósito de las crónicas de Lemebel en el seminario "Conjurando lo perverso, lo femenino, presencia suspensiva," La Morada, Santiago, junio 1997. Soledad Bianchi en el documento de trabajo "¿La insoportable levedad...?" (ARCIS, Nº. 21, oct. 97) propone en lugar del término "neo-barroco" (que vincula a Lemebel con la impronta lezamiana desarrollada por Sarduy y retomada por Néstor Perlongher, el neologismo "neo-barrocho" , haciendo eco desde el santiaguino río Mapocho a la variante propuesta por Perlongher de "neo-barroso" en alusión al Rio de la Plata. El juego es justo: tiene por término común el barro, que está en el origen derogativo de "barroco travesti" (1997).