viernes, 4 de julio de 2008

Críticas de "La tercera parte del mar"








APOCALIPSIS YA




Alejandro Tantanián (1966) es uno de los teatristas argentinos (ex – Periférico de Objetos, ex Caraja – jí) que comenzara la renovación de la escena nacional a través del estreno de su obra Juego de damas crueles, hecha en 1997 por Mariana Percovich. Luego tuvimos ocasión de ver la versión de una obra a “tres manos” (Spregelburd, Daulte, Tantanián), La escala humana codirigida por Omar Bohuid y Gustavo Gomensoro. Pero somos muchos los que viajamos a Buenos Aires, apenas tenemos noticias de sus puestas. Los mansos, una estupenda versión de El idiota de Dostoievsky, en El camarín de las Musas, es un buen ejemplo. Por eso es bienvenida la decisión de Gerardo Begérez de dirigir una obra escrita por Tantanián entre 1994 y 1996 y estrenada en Teatro Babilonia en 1999 con dirección de Roberto Villanueva y que obtuviera el Primer Premio del concurso Hacia una Nueva Dramaturgia, otorgado por el CELCIT de Argentina
El título alude a una profecía apocalíptica que anuncia que se convertirá en sangre la tercera parte del mar. Esto nos permite anticipar el tono de la pieza que se centra en el encuentro de Victoria y Rodrigo en una noche de tormenta. Victoria lleva consigo una oscura historia de encierro, incesto y oscuridad. (“Mi padre me encerró en un cuarto oscuro hasta los nueve años (…) el padre de Victoria, el padre terrible que le hizo todas aquellas cosas al cuerpo de Victoria”). Este pasado se refleja en una conducta disfuncional que exige el hecho de ser nombrada constantemente o de ser reflejada en un espejo como una convalidación de su existencia. A su casa llega, una noche, un accidentado Rodrigo en busca de un teléfono. Apenas ingresa al mundo de la mujer lo ominoso se cierne sobre los personajes y sobre el espectador. Los elementos de que se vale para ello la dirección, son inteligentes y sobrios. Un telón negro que va develando la presencia de una especie de cementerio sacrificial, una cama, una silla, una palangana, unas velas, mínimos cambios de vestuario, una estupenda iluminación, una música adecuada y, especialmente, una actuación impecable de Soledad Frugone que logra dar, alternativamente, los aspectos infantiles y siniestros de su personaje a través del cuerpo y la voz. Pablo Pípolo también cumple con la tarea de afrontar el papel del desconcertado visitante. La intención de Victoria es manifiesta: evitar que Pablo se marche, evitar como en la noche de Macbeth, que amanezca. Lograr fundirse con Rodrigo a través de un coito muerte para “construir un puente con los cuerpos olvidados, con las palabras rechazadas”.
Hay un asunto estructural en la obra que parece desconcertar al espectador poco avezado. El hecho es que, a partir de la escena 9, el texto comienza una inversión especular según la cual los acontecimientos pasan a tener un sujeto diferente. La sexualidad, la violencia física, las demandas, el vestuario, cambian de titular y revelan la especularidad que subyace al tema. ¿Quién coloca el puente sobre la tercera parte del mar? ¿Quién habilita la posibilidad de la salida? Según el propio Tantanián todo está en la palabra. La palabra de la Creación y la de la creación. Así lo sabe Victoria que dice: “Es usted una palabra, su cuerpo es una palabra. Es usted muy hermoso. Parece una palabra del idioma aprendido en la oscuridad, una palabra de Dios”.Los cuerpos desnudos, los rituales del agua y el fuego, la cera que se derrama sobre la lengua, la proliferación de espejos, la figura que se desliza entre los actores como el ángel apocalíptico, la ausencia de saludo final, sustituido por un encuentro final con los actores en la salida que deviene en escenario continuo, todo ello enmarca bellamente esta historia humana que busca una salida metafísica. El silenciado dolor de la violencia humana que busca un correlato en la violencia divina del Apocalipsis. La defección de un padre que nos priva de un lenguaje como símbolo de la del Padre que nos oculta el suyo y nos obliga a buscarlo en medio de las tinieblas, de la imposibilidad de identidad, de los puentes que conectan con la salida a través de la muerte.Gerardo Begérez no apuesta poco y gana mucho. La permanencia del espectáculo en cartel y la aprobación de un público, mayoritariamente joven, le dan razón en su empresa.



María Esther Burgueño.







La palabra creadora del ser




Obra: La tercera parte del mar Autor: Alejandro Tantanián Dirección: Gerardo Begérez Elenco: Soledad Frugone, Pablo Pípolo
Supera nuestra capacidad explicar o interpretar este espectáculo de forma unívoca, aprisionarlo con palabras. Pero intentaremos dar pistas no para que lo entienda otra persona, sino para que se entienda lo que nos quedó de él. Lo primero que cabe destacar es la capacidad de envolvernos sensorialmente que tiene esta puesta. Más que ver la obra, se termina dentro de ella. Algunas personas ante momentos de creciente suspenso tenso pueden incluso llegar a asustarse. Para lograr esas sensaciones el trabajo de los operadores de luces y de sonido se manifiesta sin fisuras. El contrapunto de oscuridad y penumbra junto al sonido del mar es perfecto. Mientras tanto el director lleva el ritmo de la obra de forma exacta, siempre con nuestra atención sobre esos ¿dos? seres que se manifiestan en escena. Victoria, personaje central de la obra, menciona a la oscuridad, recuerda un momento en que todo era oscuridad, y esto la perturba, la angustia. Esto puede significar aislamiento, soledad absoluta, es lo primero que uno siente en plena oscuridad, es lo que buscaba en sus experimentos William Burroughs, la oscuridad cero. Por otra parte Victoria pide que la nombren, necesita que la nombren. Una forma que de entender esto es que la palabra que la reconoce le asegura su existencia. Ella “es”, porque alguien la nombra. También podríamos hablar de la capacidad creadora de la palabra. Algo que parece unirse a la idea de un ser aislado, que necesita de un tercero que le hable y que la mencione es la presencia obsesiva de espejos por todas partes. Estos justamente servirían, en esta forma de entender el espectáculo, para que ella se sintiera más segura de su exitencia. El problema aquí es la reflección de Victoria sobre la otra realidad del otro lado del espejo, y la presencia de otra persona, otra Victoria en el espejo. El desdoblamiento de su personalidad puede reforzarse con un momento puntual de circularidad del texto, que hace que la misma situación se vuelva a vivir, pero en este momento los roles se cambian, Rodrigo es Victoria, y Victoria se convierte en Rodrigo. Un mismo ser que se manifiesta de dos maneras, y crea una realidad para poder vivir en ella, una criatura absolutamente aislada. La parte mas linel desde un punto de vista lógico nos haría pensar, por el primer monólogo de Victoria, que fue un ser encerrado de pequeño, que aprendió a vivir ya siendo un niño grande. Su aislamiento, lo tarde que descubre la relación entre ella misma y la palabra “Victoria”, también podría servir para entender el texto que se presenta. Pero más allá del texto, que en pequeños pero fundamentales aspectos es modificado, la puesta en escena es excelente. Se nota un gran trabajo para buscar las sensaciones necesarias para componer los personajes, para crear los climas exactos para determinados momentos de esos seres. Y parece haber un énfasis en el desdoblamiento de una misma criatura enferma mayor que el que sugiere el texto original de Tantanián. (También parece haber minúsculos momentos en que los actores se salen de la obra para recordarnos que estamos en el teatro). Soledad Frugone logra todos los matices de un ser que se desdobla en varios, logrando manifestar a traves de su cuerpo y de su rostro enfermedad a veces, sensualidad en otros, angustia… Pablo Pípolo se encuentra con un personaje más lineal, aunque también se descompone en otros al final, y también aparece solvente para encarnarlo. Repetimos que la dirección se luce en esta versión, esta obra podría manifestarse de una forma totalmente distina pero igualmente correcta. Y recordamos que lo que describimos de la obra son impresiones personales que no agotan la misma. Vale la pena ir a ver “La tercera parte del mar” y sorprenderse con esta excelente puesta en escena.







"La tercera parte del mar" - de Alejandro Tantanian – Con la actuación de Pablo Pipolo y Soledad Frugone – Dirección general de Gerardo Begérez – En el Teatro “El Galpón”

Alejandro Tantanian es considerado uno de los renovadores del teatro argentino y goza de un indudable prestigio tanto en el medio teatral en Buenos Aires como en varios países europeos donde se presentaron sus obras. Dados estos antecedentes, la presentación de “La tercera parte del mar”, al menos en lo que respecta al autor de estas líneas, representa una franca decepción.“La tercera parte del mar” es una cita del Apocalipsis de San Juan, versículo 8 : “Y la tercera parte del mar se transformó en sangre”. Pero el Apocalipsis que nos presenta Tantanian es muy menor y privado. Un automovilista tiene un accidente (no se sabe muy bien si está herido o no, ni que pasó con su automóvil) y golpea en una casa cercana a la carretera en busca de un teléfono. No hay teléfono, pero la joven mujer que le abre la puerta , única habitante de la casa, lo invita a pasar la noche bajo su techo. La dueña de casa tiene una conducta extraña y el visitante a pesar suyo no debe ser demasiado observador para comprobar que está perturbada mentalmente. En la larga noche que pasan juntos suceden muchas cosas, entre ellas que el accidentado (que al parecer no lo está tanto) mantiene relaciones sexuales con su inquietante anfitriona. Se evocan misteriosos asesinatos y se descubre una alcoba que tiene el extraño aspecto de un cementerio lleno de cruces ; la insólita pareja habla mucho y discute vaguedades, a veces con un lenguaje seudo-poético otras con cruda obscenidad. Hay algunos desnudos desconcertantes y no es menos desconcertante la relación física entre los personajes, ya que no parece haber ni atracción sensual ni nada parecido al enamoramiento. Por lo demás, la relación es narrada y no visualizada. Si el encuentro-desencuentro entre ambos resulta inverosímil desde un principio al final adquiere una dimensión simbólica tan caprichosa como efectista. El hombre adquiere mágicamente la personalidad perversa, torturada y enferma de la mujer.No cabe la menor duda de que detrás de esta oscura trama, el autor debe haber ideado una compleja simbología. Pero lamentablemente ésta no funciona para el espectador común. Sicológicamente los personajes no son creíbles, la situación parece totalmente reñida con cualquier realidad más o menos concreta. Si los personajes son símbolos, no está nada claro qué clase de símbolos son, por más que desde el título de la pieza se invoque el Apocalipsis. El director Gerardo Begérez se esforzó seriamente para lograr que la pieza funcione. Usó hábilmente la oscuridad y la penumbra como recursos de ambientación, recurrió a una escenografía convenientemente siniestra de Pablo Dive y contó con una música sumamente sugestiva de Fernando Tabaylan. Asimismo cuidó con esmero el movimiento escénico de ambos actores. Incluso obtuvo un excelente rendimiento de la dúctil y expresiva Soledad Frugone, mientras Pablo Pípolo puso demasiado en evidencia su inadecuación para el rol. Pero en total, todo el trabajo realizado por el equipo reunido por el director naufragó frente a un texto cuya ambición están en franca contradicción con su falta de convicción dramática. Egon FriedlerSemanario Hebreo, 26 de abril de 2007

Crítica de Jorge Arias




JUEGOS DE SERES CRUELES




La tercera parte del mar, en El Galpón
No nos extraña que Alejandro Tantanián (nacido en Buenos Aires, el 23 de mayo de 1966) maneje con aparente familiaridad sentimientos tan perturbadores como los que muestra en "Juego de damas crueles" (estrenada en Montevideo, 1997, con dirección de Mariana Percovich), "Los mansos", sobre "El idiota" de Dostoiewski, su versión de "La señorita Julia" de Strindberg o esta, "La tercera parte del mar".
JORGE ARIAS
El sentido de la pieza es múltiple y cada espectador podrá armar el suyo.
Podía esperarse esta familiaridad, dado su paso por el "El periférico de objetos", grupo que luego de las inquietantes "Variaciones sobre B." mostró las uñas -o las garras- con "El hombre de arena", una síntesis del cuento homónimo de E.T.A. Hoffmann con un ensayo sobre lo siniestro de Sigmund Freud.
En "La tercera parte del mar" aparece nuevamente el crimen y se menciona un revelador incesto previo; hay una referencias al Apocalipsis de San Juan desde el título ("...la tercera parte del mar se convirtió en sangre", cap. 8, 9) muy justificado por el mar a la izquierda primero y la sangre, antes y después. Una mujer que se hace llamar Victoria (Soledad Frugone) recibe a un automovilista accidentado, Rodrigo (Pablo Pipolo); sigue la dialéctica del dominado y el dominador, del sexo y la ternura, del horror y de tenebrosas esperanzas cifradas en la construcción de un inhumano puente sobre el mar. El sentido de la pieza es múltiple, y cada espectador podrá armar el suyo: encontrará, en un mundo que parece desconectado del tiempo y del espacio, los temas del perseguido y el perseguidor, del cazador cazado, del amor y la muerte.
La versión de "Espacio experimental" (dirección de Gerardo Begérez) es a la vez modesta en sus recursos escenográficos y valiosa como puesta en escena, inteligente y precisa, con ritmo y sin tropiezos, de una pieza que no revela su secreto de buenas a primeras. El director Begérez ofrece adecuadamente, con toques de buena iluminación y adecuada banda sonora, la atmósfera irreal y poética de Tantanián. Se atenúa un tanto, como sucediera con la versión de Percovich de "Juego de damas crueles", la dicción, despiadada y perturbadora, del texto original; pero ya fue audacia, para nuestro medio, mostrar, sin remilgos ni grosería, un total desnudo masculino. Los intérpretes mostraron competencia y comprensión de la obra: Soledad Frugone pareció la mejor, pero eso podría deberse a que su personaje es más explícito que el de Pipolo, revelado recién hacia el final. *LA TERCERA PARTE DEL MAR, de Alejandro Tantanián, por Espacio Experimental, con Soledad Frugone, Pablo Pipolo, música de Fernando Tabaylan, luces de Leonardo Hualde, dirección de Gerardo Begérez. En teatro El Galpón, sala Cero.

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